Quizás no estoy arando en el mar (III)


Estos artí­culos los estoy escribiendo para agradecerle al Lic. Oscar Clemente Marroquí­n Godoy su editorial del Diario La Hora, Tribuna No Mostrador, del 3/5/10. «Poncho Bauer Paiz sigue arando en el mar», en el cual informa y comenta el borrador de iniciativa de ley que presenté al Congreso de la República, el 17/4/10, no para proponer algunas reformas, sino para sustituirla por otra ley que garantice los legí­timos derechos e intereses de Guatemala.

Alfonso Bauer

La opinión suya es que yo «pretendo subsanar los muchos y gruesos errores de la legislación actual que prácticamente regala los recursos naturales sin el menor respeto ni por el ambiente ni por los derechos de las comunidades (…).» Y agrega, «he leí­do el proyecto elaborado por Alfonso y creo que es un excelente trabajo para iniciar una amplia discusión entre los distintos sectores del paí­s para implementar una normativa moderna en materia de minerí­a que ponga fin a ese regalo que hacemos de los recursos, pero que además se ocupe en serio de las cuestiones ambientales y del derecho de las comunidades para decidir de conformidad con los convenios y tratados internacionales. «Sin embargo, me califica como utópico, al decir: «Pero como le ha ocurrido a lo largo de su vida, Poncho se enfrenta con poderosos intereses que no están dispuestos a ceder sus privilegios así­ porque sí­ (…).»

Cierto, pero también lo es que son tan graves y deshumanizados los daños causados por la Minerí­a a Cielo Abierto, que académicos de la Universidad de Michigan y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), después de haber comprobado los constantes perjuicios al medio ambiente y a la salud de los habitantes de Guatemala, causados por empresas mineras transnacionales, le exigen al Presidente de la República, suspenda las operaciones de esas compañí­as mineras.

De la prensa escrita diaria, salvo LA HORA, ningún otro medio se ha ocupado de condenar esa calamidad.

Por ello, repito mi respeto y admiración a los periodistas Clemente Marroquí­n Rojas, Oscar (el Seco) su hijo, y el hijo del Seco, nieto del Lic. Clemente Marroquí­n Rojas, porque siempre han respondido a favor de las mejores causas para Guatemala y los guatemaltecos y a mí­, no obstante algunas diferencias ideológicas, y aún enfrentamientos que tuvimos con Don Clemente, en 1945 y tiempo después, siempre han sido tolerantes y aún solidarios con actuaciones mí­as polí­ticas mí­as.

Para que se aprecie lo que dije en el renglón anterior, sépase las divergencias y pugnas que nos enfrentaron a Don Clemente y a mí­. En 1945 yo era diputado del Congreso de la República y junto con Carlos Manuel Pellecer (comunista, entonces) y Humberto Sosa, el primero diputado por Sacatepéquez y, el segundo, de Huehuetenango, nos í­bamos con dirigentes sindicales los fines de semana, en vagones de segunda a Escuintla a hacer campaña a favor de una inmediata reforma agraria y criticábamos la polí­tica agraria del Dr. Arévalo a la que le atribuí­amos í­ndole de «colaboracionismo de clase». Pronto, los finqueros escuintlecos se alarmaron y hasta habí­an decidido acabar con nuestras vidas, pero similar alarma habí­a cundido en el Ejecutivo, y, en consecuencia, el presidente Arévalo, en Consejo de Ministros, acordaron imponer un destierro diplomático de Pellecer y Sosa, nombrándolos del personal de la Embajada de Guatemala, en México. Y, respecto a mí­, poniéndose de acuerdo el Dr. Arévalo con algunos dirigentes del Frente Popular Libertador, se me impidió continuar en esa campaña agrarista, y se me pidió sirviera al Organismo Ejecutivo como Subsecretario del Ministerio de Economí­a y Trabajo y, por disciplina de partido tuve que dejar el Congreso y desempeñar ese cargo, siendo Ministro el Lic. Clemente Marroquí­n Rojas, quien al saber que yo era catedrático de Derecho del Trabajo, por oposición, en la Facultad de Cs. Jurí­dicas y Sociales de la Usac, me encargó que yo me ocupara de lo laboral y él de los asuntos económicos. (Continuará)