En la situación que pasa nuestro país, todos nos haremos la pregunta: ¿Quién es quién en Guatemala? Los últimos tres años hemos visto nuestro suelo identificado con un monumento que históricamente representa en Montevideo a sus nativos peleando entre sí llamado «El entrevero»; se les ve blandiendo sus bolas de piedra en el aire sobre sus cabezas, confundidos en una masa de figuras de hombres que cuesta distinguir quién es quién.
Quizá esa sea la figura que los guatemaltecos presentamos hoy día: de una lucha entre hermanos impulsada por la ambición de unos cuantos, sin avanzar en la cultura política que otras naciones democráticamente ya han alcanzado, excepto, desde luego, tres gobiernos híbridos en el continente. Acá ni el Tribunal Electoral ni los partidos hacen educación política, peor aún, volvemos al pasado de traer y regresar gente manipulada; solo que no en camiones sino en autobuses que también son símbolos de muerte. Ante este panorama y la pregunta, vale buscar quién es quién entre los sectores protagonistas.
UNO. ¿Quién es quien tiene el poder ejecutivo de gobernabilidad, o desgobierno? ¿El elegido o los violentos, delincuentes y anarquistas que no temen a Dios ni respetan leyes, ni autoridad humana uniformada? Por otra parte, los partidos políticos, triunfador y perdedor, llevan tres años blandiendo sobre las cabezas de los guatemaltecos, no precisamente bolas de piedra, pero sí las que los chapines llamamos «bolas de murmuraciones» en malévolas sindicaciones, y críticas retardatrices con el «mote de oposición» entre la población, Congreso y medios de Prensa a su servicio; y así estropear el buen gobierno que pudo hacer el Parlamento y Ejecutivo, por mantener sus propias figuras. La auditoría social del pueblo tendrá la última palabra. Si el hacha fue puesta al tronco, o sólo fue recorte de ramas.
DOS. ¿Quién es quién en el Congreso Legislativo que pueda dirigirlo mejor, y regirlo con leyes y reglamentos parlamentarios? No llegó al cambio de tantas leyes obsoletas, por modernas que otros países ya tienen para la época y se le sugirieron; mientras sigue emitiendo leyes que no se cumplen. ¿Será incapacidad de parlamentarios sin experiencia, o de sus asesores nombrados por influencias políticas, o de todos, sin preparación universitaria que a lo menos los capacite en parlamentarismo?
TRES. ¿Quién es quién en el poder judicial? ¿La Corte Suprema tan seleccionada, o los jueces que desacreditan la justicia? Es democrática para un pueblo en democracia, o es «autocracia» que hace justicia a la manera personal de los jueces, indolente, incumplida, y parcializada al lado de los malos en perjuicio de los buenos; sin atender precedentes jurídicos, ni aplicar sentencias de acuerdo a la época que se vive.
CUATRO. ¿Quién es quien establece y juzga a la Corte de Constitucionalidad? ¿Su actuación es democrática y constitucional o autocrática en prepotencia e intromisión en los otros poderes de Estado? Destituye ministros, rechaza candidatos; ampara lo increíble, tal como la excepción de impuestos a las fábricas de cigarrillos contra el bien colectivo del pueblo y del Gobierno constituido, por una droga como cualquiera otra; amparo al IGSS contra el derecho y tiempo de jubilación de los adultos mayores, sin tomar en cuenta con racionalidad humana, que el IGSS por lo común tarda siete o diez años en conceder cada jubilación, con las excusas de falta esto o lo otro; y les salen cuando los interesados tendrán 79 u 80 años, o habrán muerto por inanición a falta de la jubilación o próximos a morir, por causa de la Corte de Constitucionalidad que no los protegió. ¿Debe seguirse sometidos a su indefensión avasalladora, hacerse autocrítica y que haya una reforma constitucional? o ¿Será que algún buen intento tuvo el serranazo en el pasado? Continuaremos.