¿Quién tiene poder de convocatoria?


Desde la redacción

La semana que pasó ha sido la más triste de este año; de alguna manera, todos los habitantes de esta tierra sentimos el luto y el dolor de tanta muerte y violencia que nos tiene inundados. Lamentablemente deben ocurrir desgracias irremediables para caer en la cuenta de ello.


En semanas anteriores, la violencia se ha cobrado más ví­ctimas; semanas en que quizá se haya sobrepasado las seis decenas de fallecidos violentamente; dí­as en que extorsionistas se cobran con sangre de tres o más pilotos.

Sin embargo, por los eventos ocurridos esta semana, se hicieron más visibles y sensibles. Un hombre de 65 años murió porque justamente subí­a al autobús cuando ocurrí­a un asalto. Tras ello, los pilotos de la Ruta 203 bloquearon el Anillo Periférico, una de las arterias principales de esta ciudad capital. De esa forma, los pilotos lograron evidenciar su malestar, su queja y, sobre todo, su inseguridad, a toda la población, que permanece inerte si es que no se le sacude.

Posteriormente, en la semana, un bebé de dos meses, que nació bajo el signo de una ciudad violenta, debió cortar su respiración y el golpeteo de su corazón. Los sueños y las ilusiones de unos padres se fueron dentro de la alcantarilla, sólo por la ira y la avaricia de un delincuente.

Estos hechos sirvieron de sacudida a una sociedad que ya está acostumbrada a ver sangre regada por el asfalto; a sufrir por el tránsito bloqueado por un hecho violento; una ciudad adormecida, que camina con la cabeza gacha, para no ver su alrededor, quizá temerosa de que un dí­a, ¡quién sabe!, la bala perdida se dirija hacia uno mismo… Por eso, es mejor cerrar los ojos y no ver.

Y cuando por fin surge un atisbo de repudio, nos encontramos con que estamos dispersos, con nuestra indignación sobre las manos, sin saber qué hacer con ella, hacia dónde dirigirla. Uno de los éxitos de la guerra interna, es que nos castraron el liderazgo y, como resultado, no somos capaces de organizarnos para exigir nuestros derechos.

Entonces, surge la pregunta: ¿quién retomará ese puesto de liderazgo para convocar a una manifestación general? Esto ya habí­a sido discutido anteriormente, cuando las Iglesias católica y evangélica, la Procuradurí­a de Derechos Humanos y la Universidad de San Carlos, convocaron a una marcha por la paz, la cual fue, relativamente, muy concurrida. Sin embargo, este liderazgo se queda corto para una convocatoria nacional. De hecho, el desgaste que sufren estas instituciones por liderar gestas, que van desde las calumnias en su contra, y que llegan a sufrir las torturas de sus seres queridos, puede provocar su debilitamiento.

Para este fin de semana se han convocado manifestaciones en favor de la paz: una el sábado en la Plaza de la Constitución, y otra en el Obelisco el domingo, de la cual, nos atreverí­amos a decir, no convocará a toda la gente que se quiere, ya que no hay liderazgos visibles. En otros paí­ses, como en España, donde los atentados son condenados duramente por la sociedad, que sin pensarlo sale a la calle y los protestantes se cuentan por millones.

Y, a propósito de que la próxima semana será el desfile de la Huelga de Dolores: ¿no era éste un evento capaz de decir abiertamente el sentir del pueblo? Pero por la mediocridad de sus propuestas, así­ como sus problemas internos, la Huelga ha ido perdiendo su credibilidad.

En estas faltas de liderazgo, se nos han pasado los años, y nos hemos dejado manipular por gobernantes, parlamentarios y jueces, que han hecho cuanto quieran, ya que somos un pueblo sin voz y, quizá, sin voto.

Debemos creer que la corta vida de Anthony Morales, el bebé muerto esta semana, no debe pasar en vano, y que a partir de ella -por la indignación que nos provoca su deceso- nos levantemos, y dejemos atrás los liderazgos de politiquerí­as, y que surjan lí­deres -hombres y mujeres- que de verdad quieran vivir en una sociedad mejor y más justa.