Guatemala está dentro de una vorágine de criminalidad que ya raya en lo inconcebible, dado que no sólo el número de muertos provoca preocupación, también la forma en que se producen los asesinatos, porque van acompañados de saña, odio y rencor que se hacen manifiestos en la forma de ejecución a las víctimas.
Hemos vuelto a la zozobra que se vivió en los últimos años de la década de los 70’s y de los 80’s; cuando los titulares de los periódicos dejaban conocer todos los días la lista de personas ejecutadas por medio del ametrallamiento y/o desaparición forzada. í‰poca que se suponía iba a quedar como una huella en el recuerdo de los habitantes de Guatemala, pero jamás se pensó que volvería a tomar relevancia con su caudal diario de muerte, dolor y tragedia en la sociedad.
El Gobierno central, por medio de las declaraciones públicas del Presidente de la República, se declaró IMPOTENTE ante la vorágine de criminalidad, admitió que la criminalidad REBASí“ la capacidad del Estado para defender los intereses de la sociedad guatemalteca, y, por lo tanto, hemos quedado en un estado de indefensión tal que, la criminalidad se enseñoreó con más propiedad.
El Ministerio de Gobernación por su parte, parece que sólo está dejando pasar el tiempo y que está en espera del cambio de gobierno para «zafar bulto» e indicar después que no pudo solucionar los problemas de violencia, delincuencia y narcotráfico porque no tuvo el apoyo necesario del Congreso de la República en cuanto a la captación de fondos en el presupuesto para la lucha anticrimen.
Por su parte la Policía Nacional Civil coadyuva a que la zozobra de los guatemaltecos aumente en forma desmedida, ya que algunos de sus elementos ejercen una función dual y simultánea al ser no sólo guardianes del orden social, pues también son delincuentes uniformados que en cualquier momento y con cualquier pretexto roban de la manera más descarada a las personas que por una u otra causa llegan a «caer» en sus manos.
Las Policías Privadas no escapan de esta ola de asaltos, extorsiones, raptos y asesinatos, pues sus elementos (¿cuántos serán?) actuando al amparo de la portación legal de armas, cometen una serie de barbaridades tipificadas como delitos y de forma usual, no hay castigo ni enjuiciamiento que les produzca el respeto a la ley.
La delincuencia común y la organizada, tienen en Guatemala un campo fructífero para sus actividades; porque al igual que la delincuencia del Estado (funcionarios ladrones) cambiaron la forma de vida de la población; ahora, se vive en un estado de psicosis colectiva (temor, ansiedad, miedo, inseguridad) lo cual repercute en el desarrollo diario de las actividades productivas y en la proyección de los/as cabezas de familia para brindar un desarrollo normal a la niñez que se va convirtiendo en un testigo más de la desvalorización social.