La información que acabo de recibir me hizo llegar a la conclusión de que ojalá fuéramos un país pobre como Finlandia, el mismo que en su himno nacional dice: «… somos un país pobre, que no tiene oro, el recurso que tenemos es nuestro pueblo?» Por ello, es que invierten en su pueblo. Allá es mandato que toda persona reciba formación y educación para ir tan lejos como su capacidad lo permita. Para ellos, no es suficiente contar con «algunas» personas capacitadas, al contrario, «toda la sociedad» tiene derecho a contar con la posibilidad de formarse bien durante su vida. Así es cómo en Finlandia luchan para enfrentarse a resolver los problemas educativos y de corrupción. Saben bien que sólo un pueblo educado puede elegir a dirigentes honestos y competentes, como que un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y se empobrece, volviéndose terreno fértil para los demagogos.
En cambio Guatemala es un país rico en belleza, recursos, clima, paisaje, cultura ancestral, en fin, sinnúmero de cosas que ya quisiera tener Finlandia y tantos países más del orbe terrestre. ¿Será por ello que nos olvidamos de la educación y formación de nuestro pueblo y nos preocupamos más de corromper la sociedad hasta lo imposible? Es así como las obras públicas, por ejemplo la terminal de buses en la Aldea Fronteras, en Livingston, Izabal, no se ha podido entregar a pesar que se adelantaron Q2.9 millones al constructor. De igual manera, nuestras cortes justicieras se autorecetan «indemnizaciones», cuando ellos debieran resarcir al pueblo por el dinero que mal se embolsaron durante el período para el cual fueron electos, sin cumplir a cabalidad con sus obligaciones.
Como somos ricos en vez de educar y formar al pueblo, dejamos que sigan los fideicomisos, que las autoridades utilizan para seguir haciendo los chanchullos que mejor se les antoje so pretexto de ser más eficientes en sus gastos. Somos tan ricos, que dejamos que el contrabando o el narcotráfico sigan haciendo de las suyas y que los mismos policías, representantes de la autoridad, contribuyan a que la corrupción desvergonzada prolifere. Como nos sobran los recursos, permitimos que nuestros diputados o los magistrados tengan buenas comilonas con los fondos del pueblo que mejor debieran haberse invertido en su educación y formación.
Para colmo de males, en nuestro país que tanto envidian los que nos visitan, los tratamos mal, los asaltamos, les robamos, violamos a sus mujeres impunemente o les ponemos multas por mal estacionamiento de sus vehículos sin contar con las debidas señales indicativas, en vez de protegerlos como tesoro del presente y del futuro. Con esto más, que durante los últimos años, todavía con mayor ahínco, irresponsablemente nos hemos dedicado a destruir nuestro medio ambiente. Para muestra, baste el botón del Lago de Atitlán «el más bello del mundo». ¿Y así, todavía se insiste en decir que somos pobres?