¿Quién dijo «mi familia progresa»?


Existe una alta posibilidad que más de algún publicista o polí­tico pueda arrogarse la ocurrencia del slogan que el presidente Colom utilizó para que su señora esposa fuera la gran beneficiada para consolidar su pretensión de alcanzar el solio presidencial, haciendo propaganda sin sujetarse a las normas de no poder hacerlo hasta la emisión de la debida convocatoria y de igual manera, pasar sobre la disposición constitucional de no utilizar las obras públicas o actividades realizadas por un gobierno en campaña electoral. De otra cosa también estoy seguro, su promesa no fue mentira, «su» familia progresó, aunque la de la inmensa mayorí­a de guatemaltecos se pusiera en retroceso.

Francisco Cáceres Barrios

Miles de métodos podrí­an emplearse para comprobar esto último, pero basta darle un vistazo a los últimos datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadí­stica (INE) para establecer que en los últimos años, precisamente los del gobierno de Colom, se acentuó la pérdida de la capacidad adquisitiva de nuestra moneda. La pérdida de un quetzal se reflejaba en que a principios de 2007 su valor para comprar equivalí­a a solo Q064, ya en diciembre del mismo año, habí­a bajado a Q060 habiendo seguido en picada, llegando al 2008 cuando pasara a Q055 y ya en julio de 2010 estuviera en Q047. No es nada extraño entonces que los guatemaltecos sintamos que un billete de a cien se nos haga como agua en las manos en un supermercado, como que hasta el Banco de Guatemala haya tenido que disponer la emisión del billete de a doscientos, aunque para la gente pobre van a pasar muchos años sin que siquiera pueda ver uno a unos pocos centí­metros de sus ojos. En conclusión, vean cómo la propaganda gubernamental no fue mentirosa en el caso de «Mi» Familia Progresa, porque pudimos comprobar que ellos, los polí­ticos, sí­ pudieron pasar del «petate al Cadillac», parafraseando aquella famosa expresión acuñada por un polí­tico de larga y provechosa vida polí­tica. Pero también, es justo decirlo, la propaganda no ha podido ocultar la verdad de que la familia guatemalteca actual le haya tocado vivir un retroceso paulatino y constante tanto económico, polí­tico y social. Esto se siente más cada vez que haciendo eco al populismo se decreta un incremento al salario mí­nimo, como el de este año, que para los sectores agrí­cola y no agrí­cola fue del 7.69% pasando de Q52 diarios a Q56 pero ¿de qué sirvió, porque la gente se quedó igual o peor, sin poder satisfacer al menos las necesidades alimentarias, no digamos las de vivienda, ropa, medicinas, etc.? También cierto que no todo se puede comprar. Por más dinero que derroche el gobierno en ganarse la buena voluntad de los lí­deres sindicales, aunque sumisos, todos sabemos que siguen sin poder acallar a los empleados del Estado, por ser los primeros en no recibir sus sueldos puntualmente. Vean qué caso.