¿Quién confí­a en un agente de policí­a?


Qué pena que quienes fueron los responsables de reciclar la antigua Policí­a Nacional, hayan desoí­do los consejos de quienes nos atrevimos a proponer que era mejor hacer «borrón y cuenta nueva» que montar una carrocerí­a nueva sobre un chasis viejo. Es que la experiencia es la madre de la sabidurí­a, porque salvo contadas excepciones, es más fácil planificar una nueva entidad y organizarla desde un principio para ponerla a funcionar. Claro, los inexpertos pronto salen con el cuento que no, que se ahorra mucho tiempo y dinero, pero olvidan que las mañas no se las quita nadie a un chapí­n.

Francisco Cáceres Barrios

De esa cuenta es que la desaparición y brutal asesinato de tres diputados al Parlacen y un piloto salvadoreños no es más que polvo de aquellos lodos, porque se nombró a un Ministro de Gobernación y al Director General de la Policí­a Nacional que me parecen excelentes personas, pero sin la suficiente preparación y experiencia para desempeñar tales cargos, hasta pretender depurar a la policí­a con las consecuencias que venimos padeciendo desde el 2004.

Claro, así­ como se homenajeó a la ex ministra de Finanzas por el buen desempeño de su cargo, aunque haya dejado en trozos un presupuesto de ingresos y gastos que no solo no aprobó el Congreso, sino que a estas alturas el sustituto no ha podido lograr una mentada «readecuación», que no es otra cosa sino pretender violar un precepto constitucional aumentando el monto total del presupuesto del 2006 y de haber defendido a capa y espada al Superintendente de Bancos que dejó a tanta gente en la calle por no haber cumplido con sus responsabilidades, nada extraño serí­a entonces que a los funcionaros encargados de velar por la seguridad ciudadana se les conceda la medalla presidencial por prevenir eficazmente los hechos delictivos.

De ahí­ que esté preguntando ¿quién confí­a en un agente de la policí­a a estas alturas? Eso mismo se lo he planteado a respetables damas, quienes me han respondido que solo verlos les provoca escalofrí­os; a un anciano venerable; a un joven estudiante universitario; a una linda secretaria y hasta a un piloto de un microbús contratado para conducir a policí­as privados a su sitio de trabajo, quienes taxativamente responden ¡ni locos que estuviéramos!

No me las llevo de aprendiz de detective, ni veo muchas series policí­acas de televisión, pero al saber los pormenores del suceso me causó mala impresión saber que agentes policí­acos habí­an custodiado el vehí­culo que conducí­a a los diputados al Parlacen, como que era práctica común hacerlo cuando vení­an al paí­s. ¿Entonces quiénes mejor que nadie conocí­an los pasos y procedimientos de estos representantes? Como dice aquel refrán «piensa mal y acertarás».