¿Qué son los valores?


¿Tienen las cosas valor porque las deseamos o las deseamos porque tienen valor? Este parece ser el dilema de toda la llamada «teorí­a de los valores» o dicho más sofisticadamente el de la «axiologí­a». Es este también el problema que pretende Frondizi abordar y solucionar a lo largo de este pequeño breviario del Fondo de Cultura Económica.

Eduardo Blandón

Aunque se dice tradicionalmente que el estudio de los valores es antiguo (algunos lo remontan desde los sofistas), en realidad parece ser que los primeros en dar importancia al tema fueron los economistas del siglo XVIII, especialmente Adam Smith (1723-1790). Y entre los filósofos, el puesto de honor como iniciador le corresponde al alemán H. Lotze (1817-1881).

Lo demás es historia. Frondizi aborda el estudio de los valores situándolos en dos categorí­as: los subjetivos y los objetivos. Los subjetivos son aquellos que sostienen que algo es valioso porque la persona -el sujeto- así­ lo decide. En la primera parte Frondizi los estudia empezando por Alexius Meinong (1853-1921); Christian von Ehrenfels (1850-1932); Ralph Barton Perry (1876-1957); Ludwig Wittgenstein (1889-1951); Rudolf Carnap (1841-1970); Alfred Jules Ayer (1910-1989) y Bertrand Russell (1872-1969). Posteriormente se entretiene con los objetivos (los que afirman que el valor están más en el objeto que en el sujeto), entre estos fundamentalmente dos: Max Scheler y Nicolai Hartmann.

La teorí­a tradicional de los valores afirma que en el actuar humano el hecho de elegir y por tanto determinarnos a partir de estas elecciones es natural en las personas. Estamos condenados a elegir entre opciones, es inevitable. Aún y cuando no hagamos nada, el no hacer nada ya es una elección. El punto es saber por qué optamos por unas y dejamos otras. Aquí­ es donde sale a bailar el tema de la preferibilidad. Yo siempre estoy prefiriendo cosas: prefiero escribir a estar tirado en cama viendo televisión, por ejemplo. O usted prefiere estar leyendo este artí­culo a estar felizmente abrazado a su esposa (vaya decisión por otro lado). ¿Por qué lo hacemos?

Los teóricos dicen que hay personas, hechos y actos que no me dejan indiferente. Una chica muy guapa y hermosa, por ejemplo, es imposible que me deje en la indiferencia, «me saca de la indiferencia», me mueve aunque sea sólo para contemplarla y elevar los ojos al cielo para darle gracias a Dios por semejante beldad. Así­, parecen haber cosas que tienen importancia positiva, esas que provocan en mí­ aprobación, suscitan mi deseo, la admiración y que también apetezco. Pero no sólo se refiere a una chica bella, sino también a la escucha de una hermosa sinfoní­a, la puesta del Sol, una ducha tibia o simplemente un buen negocio.

Hay también cosas que tienen importancia negativa. Un accidente automovilí­stico en donde hay un cuerpo tirado en el pavimento, por ejemplo, no nos deja en la indiferencia. Me llama la atención. Tanto es así­ que, curiosamente, luego de un accidente se hacen enormes colas porque aunque el carro no estorbe el tránsito, muchos curiosos pasan muy despacio para ver lo ocurrido. Esto es lo que los estudiosos llaman «importancia negativa», suscitan en mí­ el rechazo, la tristeza, son desagradables y desafortunados.

A las cosas que tienen importancia positiva los teóricos lo llaman «bien». El carácter de un objeto que lo hace positivamente importante, deseable, apetecible para la voluntad, suscitando una respuesta afectiva de entusiasmo es lo que se define como bien. Lo que dicen los estudiosos en resumidas cuentas es que el motivo del obrar humano es el bien. Que usted lea este artí­culo, por ejemplo, me pone contento porque debo suponer que para usted es más «valioso» leer esto que estar durmiendo (halagador, definitivamente).

Pero hay bienes subjetivamente importantes. Son ese tipo de bienes que están ligados más a lo material y al placer que producen aunque «objetivamente» no tengan mayor «valor». Por ejemplo, una joven de 20 años puede conservar la primera carta de amor que le envió su novio, la tiene en una caja, está perfumada y le tiene un aprecio inmenso a esa notita. Note que el papel en sí­ mismo vale muy poco, aquí­ el valor es sentimental. Vale tanto que si usted se atreve a romper esa hojita romperá casi su vida, podrí­a llorar y de repente tarde años en perdonar semejante tonterí­a suya. Igualmente sucede con la pipa que mi padre me dejó antes de morir, para usted no vale un centavo, para mí­ vale muchí­simo, pues mi padre ya no está conmigo y me la dejó en su lecho de muerte para que yo la conservara.

Hay bienes que son «objetivamente importantes». Se refiere a esas cosas cuya importancia no está tanto en mi apreciación subjetiva, sino en el objeto mismo. La vida, por ejemplo, la libertad, un acto heroico, la bondad o la generosidad parecen ser cosas cuyo valor parecen estar en sí­ mismos. ¿De qué depende su valor? ¿De mí­ mismo? Parece que no. Un acto de justicia, aunque yo no lo quiera reconocer, es un acto en sí­ mismo admirable. A estas cosas los estudiosos la llaman «valor». Valor, dicen, es una cualidad o perfección de la que el objeto bueno esta revestido y penetrado y que se comunica por contagio.

Pero hay también cosas que son útiles, que son un bien útil. Un carro es un bien útil, por ejemplo, su importancia consiste en la utilidad que me proporciona. El dinero es también un «bien útil», aunque, claro, puedo hacer también del dinero un valor absoluto. Hay gente que darí­a la vida por un carro o por el dinero, pero, la verdad es que son bienes cuya importancia está en que me sirven para algo. Una persona, por aparte, no es un bien útil, aunque claro hay caverní­colas que le preguntan a la prostituta «cuánto vale?.

Vistas las cosas hasta aquí­ el despistado podrí­a suponer que las cosas son fáciles, pero no es cierto. Yo he simplificado mucho y he evitado la discusión que hay alrededor del tema. Frondizi lo hace ver a lo largo de los cinco capí­tulos que presenta: I. ¿Qué son los valores?; II. Problemas fundamentales de la axiologí­a; III. Las doctrinas subjetivistas; IV. Scheler y el apriorismo material de los valores; V. Crí­tica al subjetivismo y objetivismo axiológicos; VI. Valor, estructura y situación.

En el primer capí­tulo presenta los puntos principales de la temática axiológica. Seguidamente, plantea las dificultades del tema, aquí­ hace un planteamiento del problema. Luego desarrollas las diversas posiciones axiológicas, las confronta y, finalmente, intenta resolver la cuestión. El libro es perfecto para quien se acerca por primera vez al tema, me parece un libro adecuado para su biblioteca. Lo puede adquirir en el Fondo de Cultura Económica y librerí­as del paí­s.