Indudablemente que el tema con el que se cierra la semana sobre la reelección presidencial o la prolongación del mandato podrá convertirse con el tiempo en el asunto más importante de lo que ha sucedido en el país, dependiendo del rumbo que tome dicho tema por la seriedad de las implicaciones que conlleva. Ya comentaremos al respecto.
Pero también tenemos una semana en que ha quedado en evidencia no solamente la grave situación de nuestro sistema de Justicia, sino que la descomposición social que como guatemaltecos hemos ido viviendo y que nos hace desarrollar la vida entre principios básicos retorcidos.
Simplemente elegir uno entre los casos Portillo o Sperisen, e imaginarlo sucediendo sobre otro país, debería ser suficiente como para que la capacidad de escándalo y condena de parte de la sociedad en la que se desarrollaron los hechos, hiciera enviar el mensaje de que hemos aprendido las lecciones y estamos listos para seguir adelante sobre nuevas bases sólidas que permitan el desarrollo.
Pero no. Muchos guatemaltecos se muestran agradecidos con las prácticas de la limpieza social, otros creen que sobornar no es delito y que robar sí cuando el trato sucio no es hecho de manera “empresarial”.
Esta semana también nos dejó un Tribunal Supremo Electoral que vino a recordarle a los partidos políticos que hay una ley y que deben cumplirla. Lo más revelador de dicha actitud es que da esperanza sobre entrarle de lleno a los temas con que los candidatos y sus grupos manipulan al electorado y que, Dios quiera, termine marcando un hasta aquí en las razones reales del descalabro como lo es el financiamiento de las campañas.
Siguen los conflictos sociales por las actividades para la realización de operaciones extractivas sin que se cuente con la más mínima intención de tomar en cuenta los intereses de las comunidades. La conflictividad social llega a niveles de alto riesgo cuando se nota que la intolerancia deja únicamente abierta la puerta a la violencia.
En fin que lo que esta semana nos ha dejado es una serie de temas que nos deberían obligar a una profunda reflexión sobre una sociedad que es muy tolerante con muchas cosas con las que no debería serlo, pero también intolerante en otros temas en los que tendríamos que buscar la sensatez; una sociedad en que la polarización nos sigue marcando y en que la ineficacia del Estado se quiere cubrir con medidas de corto plazo. Evidentemente, no podemos pedir resultados distintos como conjunto, mientras ni siquiera parecen claros los más elementales principios básicos. Qué semanita.
Minutero:
Prórroga de mandato
o posible reelección;
tendremos para rato
una buena entretención