En la situación actual de Honduras es poco el espacio, en caso de que exista alguno, para la negociación en busca de salidas para la crisis, puesto que ni Zelaya ni Micheletti están dispuestos a renunciar al que consideran su derecho para dirigir los destinos del país. La comunidad internacional, entendida como tal la expresión de los distintos gobiernos que se manifiestan ya sea de manera directa o por medio de sus representaciones en los organismos internacionales, es el reflejo del hoy por ti, mañana por mí y la principal preocupación es impedir precedentes que en el futuro puedan revertirse contra alguno de los gobiernos de la región.
Pero en las condiciones actuales de Honduras volvemos a expresar un criterio adelantado hace varios días, en el sentido de que la ausencia de diálogo y la incapacidad para negociar pueda obligar, en un afán extremo por impedir el enfrentamiento que enlute a ese vecino país, a encontrar un tercero en discordia que se haga cargo de lo que resta del período presidencial que, inclusive, podría acortarse. El problema de esta medida está en que no existe un candidato que comparta los puntos de vista de Zelaya puesto que todos los políticos del país forman parte de lo establecido.
Pero vistas las cosas con realismo, y siendo el caso que una de las cuestiones fundamentales de cualquier propuesta de arreglo implica que Zelaya abandone su intención de reformar la Constitución, la verdad es que él tampoco tiene mucho que lograr aun en el caso de que pueda retornar al poder, sobre todo porque se enfrentará a una estructura totalmente hostil, empezando por las mismas fuerzas armadas y pasando por todas las instituciones estatales.
Cuando se llega a situaciones extremas en las que no existe espacio para la negociación se cae en el enfrentamiento que puede alcanzar grandes dimensiones de violencia. Pero también puede darse, ante el peligro, un esfuerzo por encontrar los puntos negociables en el marco de la misma crisis, a efecto de preservar la paz y la vida de personas inocentes que terminarán perdiéndola si la confrontación sube de tono.
No es mucho lo que se puede negociar entre Micheletti y Zelaya, pero mínimos puntos de acuerdo pueden dar lugar a que se establezca una comisión nacional en Honduras que busque la concordia y salida pacífica. Es una lástima que la Iglesia se haya pronunciado tan al principio y tomara partido, porque se perdió un interlocutor que pudo ayudar a encontrar esos espacios. Pero alguien habrá en el país que pueda convocar a un diálogo patriótico.