Parafraseando al desaparecido presidente norteamericano John F. Kennedy le pregunto al lector: ¿qué puede hacer usted para mejorar el tránsito de vehículos? Sí es cierto que nuestras autoridades muy poco hacen por lograr un tránsito fluido, seguro, sin tantos inconvenientes y sobre todo, porque la moderna tecnología empleada en países, incluso menos desarrollados que el nuestro no aparece, empezando porque en distintos puntos de la ciudad capital no han instalado semáforos debidamente sincronizados o al menos no todos funcionan en perfectas condiciones, lo que provoca gran cantidad de tiempo y dinero perdido.
No cabe duda que somos excelentes para ver la paja en el ojo ajeno a pesar que cargamos una viga en el propio. Abundan ejemplos para demostrar que esta afirmación es cierta y basta con preguntar: ¿cuántos vehículos circulan actualmente con luces en malas condiciones o con ausencia total, tanto delantera como trasera?; ¿cuántos pilotos utilizan las luces altas, encandilando por detrás y por delante a los demás? y ¿Cuántos conductores olvidan utilizar la palanca de las luces direccionales, cruzando o cambiándose de carril intempestivamente? í‰stas, entre miles de normas más son olvidadas «a tanates los montones», como decía mi abuelita. Poco importan los perjuicios que causamos a nuestro congéneres fuera por desidia, impericia o incapacidad para conducir debidamente un vehículo automotor y cuando ocurre un accidente, rápido, sin ningún miramiento, le echamos la culpa al otro o a las autoridades. Jamás asumimos nuestra responsabilidad y cumplimiento de la ley.
Es cierto, de un tiempo a esta parte no hay quien no tenga su pichirilo y, aduciendo que es pobre, lo saca a la calle para ir y venir para cumplir con sus obligaciones a falta de un transporte colectivo cómodo, rápido, seguro y confiable. De esa cuenta, deambulan por todas partes vehículos en malas condiciones y miles de conductores que ni por asomo conocen el derecho de vía de las rutas por donde transitan, no digamos las señales (si es que existen) e irrespetan las leyes de tránsito que nos rigen, entrampándolo más de lo necesario en aquellas rutas que fueron construidas para carreteras y no para los de mayor desplazamiento.
Es tiempo entonces de llamarnos a la reflexión, al sentido de responsabilidad y al cumplimiento de las obligaciones ciudadanas a todos los que conducimos un vehículo automotor, sin discriminaciones de ninguna especie, ni porque seamos pobres o ricos, con vehículos grandes, medianos o pequeños, modernos o antiguos. Hablamos de no perjudicar más, dañar o ultimar a seres humanos. Está bien, no desistir de nuestra exigencia para que las autoridades cumplan con sus deberes y responsabilidades, pero ¡por favor!, también cada quien debemos asumir fielmente el papel que nos corresponde y así, no contribuir más a que el caos siga imperando día y noche por nuestras calles y carreteras. ¿Será mucho pedir?