A nadie escapa que el prestigio y credibilidad del «gobierno de Colom» se vino abajo desde el primer día de su mandato. Al cabo de sus dos primeros años, la confianza en la mayoría de gente consciente se derrumbó totalmente, especialmente cuando se comprobó que sus promesas electorales eran sólo eso, también por su infatigable prurito de incumplir el mandato constitucional que establece que todos los actos de la administración son públicos, especialmente por el tan sonado caso del programa gubernamental Mi Familia Progresa. Para colmo, en su denodado afán de ocultamiento empleó el malsano y malintencionado procedimiento de proporcionar los datos que, pudieran demostrar que los fondos públicos hayan sido utilizados honestamente, con informes que no permiten corroboración ni fiscalización alguna.
Sin embargo, la atinada decisión política tomada por el ahora presidente Colom en los tiempos en que iniciaba su campaña electoral, lo que finalmente lo llevó a la primera magistratura, ha sido redituada hasta con creces al hacerse acompañar del doctor Rafael Espada, destacado médico especialista, cirujano cardiovascular, con un envidiable prestigio y una honesta trayectoria de rectitud y confianza. Cualquier calificativo podrá endilgársele al doctor Espada, pero ninguno que ponga en duda su honorabilidad, a pesar de los hechos negativos recientemente descubiertos dentro de los círculos en que él se desempeña. Haberle hecho frente a dicho problema tal vez no merezca una felicitación, tal y como él lo ha demandado, porque al fin y al cabo es obligación de todo funcionario público hacerlo, pero sí merece el reconocimiento ciudadano, a pesar que todavía estamos en calidad de exigentes espectadores esperando el cierre del capítulo con una ejemplar sanción, como justa compensación a los daños y perjuicios ocasionados por los que resultaren responsables. De ahí, que haya pasado por mi mente la pregunta ¿qué haría el «gobierno de Colom sin el doctor Espada?. Claro, algunos podrían responder que tranquilamente no pasaría nada, que sería sustituido conforme a la Ley y… ¡aquí paz y después gloria! Sin embargo, yo insisto en preguntar: ¿cuántos funcionarios más del actual gobierno pueden gozar del prestigio del doctor Espada?, ¿acaso no hemos llegado al colmo del incumplimiento de las leyes?, ¿a cuántos más se les puede guardar la confianza debida, cuando las noticias se aglutinan, una detrás de otra, evidenciando una apabullante desobediencia y burla a las leyes del país, el irrespeto a las autoridades y procedimientos judiciales, que cualquier hijo de vecino se siente con el derecho de impedir la libre locomoción, como la incontenible indiferencia del «gobierno de Colom» frente a tantos negocios del Estado cargados de corrupción y componendas? Por ello, nada extrañaría si cualquier día de estos se terminara la enorme y admirable paciencia del doctor Espada. ¿Hasta dónde va a soportar tanto malo que ocurre en su derredor?