«La reivindicación de los derechos individuales, sin reconocer su desarrollo desde la perspectiva de los derechos humanos, es también ignorar el mismo desarrollo del Estado.»
Usac
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Es un hecho: la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales del Congreso dictaminará de manera desfavorable a la propuesta presentada por la Asociación Pro Reforma para modificar la Constitución Política de la República.
Los diputados de esta sala de trabajo debieron escuchar previamente a unas noventa organizaciones y asociaciones civiles que pidieron pronunciarse sobre la iniciativa de ProReforma; la mayor parte de ellas argumentó cómo las reformas que se pretendían hacer a la Constitución no dan soluciones a la problemática del país, no se apegan a nuestra realidad y, entre otras cosas, reducen la posibilidad para ejercer el derecho de «elegir y ser electo».
Aún así, los ideólogos e impulsores mediáticos de ProReforma aseguran que de todos modos, su propuesta va, y por supuesto que les creemos. Ahora nos toca preguntarnos cuál será la estrategia que utilizarán para dar al traste con la institucionalidad democrática liberal y con los espacios de participación que las organizaciones sociales han logrado a partir de la llamada «apertura democrática».
Al insistir en que sea la población quien decida resalta una de sus contradicciones, ya que nuevamente intentan utilizar a la «masa» como una herramienta para validar una propuesta que fue construida por unas cuantas personas. Al Congreso presentaron más de 73 mil firmas de apoyo, pero éstas fueron conseguidas con argumentos falaces al ofrecer «el fin de la pobreza y de la inseguridad» a través de la reforma a la Constitución. ¿Cuenta verdaderamente ProReforma con legitimidad?
Intentan confundir para ganar más apoyo y hacer creíbles sus argumentos. Nos han relatado mil veces el cuento del fin de la ideología y de la ausencia de ésta en su propuesta de reformas a la Constitución. Sin embargo, invertir la escala de valoración para darle preeminencia al derecho individual y no al bien común, responde a una manera particular de ver la realidad en donde el ejercicio de los derechos importa poco.
No hay porqué ocultarlo, el objetivo de ProReforma es la profundización del sistema neoliberal en el país. Intentan profundizar un sistema de exclusión y discriminación para hacer cada vez más chico al Estado. Su propuesta busca vedar la posibilidad de reconocer la diversidad de nuestra sociedad al echar por el suelo lo que se ha avanzado por el respeto y vigencia de los derechos de los pueblos indígenas. Dicen confiar en la sabiduría de los ancianos y desprecian la participación de la juventud por considerarla demasiado precoz para pensar.
El esfuerzo de las agrupaciones que hicieron críticas a la propuesta de ProReforma en el Congreso fue fundamental para que la Comisión de Legislación y Puntos Legislativos decidiera dar el dictamen desfavorable. Ahora, la verdad, preocupa las acciones que puedan tomar. Esperemos que el referente no sea Honduras.
Y es que los que insistían por las firmas a favor de ProReforma, fueron los mismos que ofrecieron «arreglar el país a sangre y plomo», los que exigían la renuncia del Presidente de la República luego del asesinato de Rosenberg, y los que aplaudieron el golpe militar en Honduras y defendieron el gobierno de facto del dictador Roberto Micheletti.
Apenas estamos abriendo los ojos para reconocernos y en ese camino vamos, pero ProReforma es la venda que quieren ponernos para que otros, unos pocos, los de siempre, decidan por nosotros. Si bien es cierto que a nuestro actual sistema democrático le hace falta muchísimo para garantizar un verdadero Estado representativo, no se debe despreciar los avances que como sociedad hemos logrado.