Estimado lector ¿En qué lugar piensa pasar su Nochebuena, la Navidad y darle la bienvenida al Año Nuevo? Maravilloso si piensa en pasar las primeras fiestas en casa rodeado de su familia, tomando ponche con una pizca de piquete y su delicioso tamal colorado o negro y la última, en el sitio preferido para disfrutar del merecido descanso. Estoy seguro que ni por un instante le ha pasado por su mente pasarlas en un centro carcelario preventivo, en un hospital, ni mucho menos agarrar camino para el camposanto. Pero si usted no pone de su parte para evitar accidentes, téngalo por seguro que aún sin pasaporte ni DPI, con el endiablado tránsito de vehículos que tenemos hoy día está propenso a sufrir accidentes.
Si bien es cierto que las autoridades hacen muy poco o nada por evitarlos, también lo es que nosotros los conductores, somos toda una preciosidad para provocarlos. Imagínese, ¿cómo no van a haber accidentes si para un apreciable lector del Diario La Hora, le parece «velocidad normal» andar por nuestras entrampadas calles, avenidas, calzadas, diagonales o como se llamen, a más de 100 kilómetros por hora? Por ello es que se producen verdaderos trancazos a toda hora del día y de la noche. Hay que tener en cuenta que nuestra infraestructura es extremadamente pobre, que nadie puede evitar accidentes si camina a más de 70 kilómetros por hora.
Si a lo anterior le agregamos la sal, pimienta, orégano, laurel y una pizca de chile al tomar el timón irresponsablemente por no guardar la debida distancia entre vehículos; tomarnos más tragos que los de costumbre; mandar mensajitos por el celular cuando circulamos por el Periférico; andar viéndonos en el espejo retrovisor para ver si no llevamos alborotado el pelo y circular en contra de la vía tan solo unos pocos metros para no ir a dar la gran vuelta ¿Qué otra cosa distinta a un tortazo estamos provocando?
Los ejemplos anteriores son técnicamente denominados como actos peligrosos y ¿Qué me dicen de las condiciones peligrosas?; ¿con cuántos vehículos se ha topado usted últimamente que si no llevan un farol delantero apagado, conducen con las luces de stop quemadas, no funcionan los pidevías o de aquellos abusivos que para darse su importancia ponen su vehículo como árbol navideño cargado de lámparas halógenas o de luces azuladas en alta, para dejarlo a usted más encandilado que un gato en la autopista de Palín?
Todo parece indicar que a los chapines nos ha dado últimamente por manifestar en público dos cosas: las ganas de reducir los índices del crecimiento poblacional drásticamente y segundo, demostrar que la vida no vale nada, por lo que «cuando la vida es un martirio el suicidio es un deber». Ratifico, es cierto que las autoridades no cumplen con sus deberes, por lo que a nosotros toca, al menos, aceptar nuestras obligaciones.