¿Qué están esperando para depurar la Policí­a?


Llevamos años de estar oyendo la cantaleta que se está depurando la Policí­a, pero ¿es eso cierto?, ¿no todos los dí­as hay señales de lo contrario?, ¿miente el Procurador de los Derechos Humanos cuando asegura que para designar a la cúpula policí­aca ni siquiera le preguntaron si sus integrantes tení­an antecedentes y/o referencias de denuncias antes de nombrarlos? Por todos es sabido que los actos delictivos de los policí­as de alta no sólo los cometen aquellos de bajos rangos, al contrario, lo que causa mayor temor es que sean los comisarios y subcomisarios los que hayan conjuntado una mafia a través del tiempo, obteniendo muy buenos beneficios para sus bolsillos.

Francisco Cáceres Barrios

A lo anterior hay que sumarle la mala impresión que se obtiene de escuchar las declaraciones del recién nombrado titular del Ministerio de Gobernación, pues en algunas oportunidades reconoce lisa y llanamente que no puede responder muchas preguntas y en otras, deja sentado que desconoce lo que ocurre en la dependencia a su cargo, como que la falta de experiencia se lo impide. Por ejemplo: ¿cómo va a ser que insista en anunciar que ha iniciado el debido proceso de depuración cuando a todos consta que sigue imparable la práctica de las extorsiones o la de los tradicionales abusos a plena luz del dí­a so pretexto de exigir documentos del vehí­culo y del conductor?, ¿cuántos vecinos de Tecún Umán, San Marcos, dan fe de lo anterior pues lo ven todos los dí­as en sitios claves fronterizos? Bien sabemos los chapines que hasta el cielo está empedrado de excusas y pretextos, por ello dejamos de ponerle atención al hecho de que para cualquier cosa nuestras autoridades encargadas de la seguridad ciudadana respondan: «se está investigando», pero hay ejemplos tan gruesos y evidentes que se hace imposible ocultarlos, como cuando tres agentes y un oficial de la PNC fueron detenidos sindicados de haber extorsionado al piloto de un transporte pesado o el increí­ble caso de que existan, desde hace rato, siete de los veintisiete Comisarios que hay en el paí­s con denuncias y claros señalamientos de haber cometido delitos y que a estas horas, si te vi no me acuerdo. ¿Y qué decir de la gruesa epidermis de la que gozan nuestros funcionarios cuando sin ningún empacho consienten que los agentes de la autoridad puedan pertenecer al menos a tres bandas de criminales? La ironí­a de nuestro destino y lo que al ciudadano lo saca de quicio totalmente es la falta de acciones drásticas del Ministro tendentes a detener los actos delictivos de los responsables de evitar que se cometan. A ellos sí­ los benefician los derechos humanos consignados en la Constitución y ¿al resto? que se lo lleve candanga y que si llegando al colmo de su desesperación crí­tica, se queja y se lamenta, esto pueda ser considerado como un acto de desestabilización gubernamental.