¿Qué es la estética? (1/2)


Es bien sabido que una caracterí­stica esencial de la filosofí­a, y por supuesto de los filósofos, es la búsqueda o elaboración de definiciones, como un intento por aprehender, comprender y dominar algo de la realidad que se nos escapa y que, por lo mismo, nos provoca. Cuando logramos delimitar (ya que definir no es más que esto) aquello que nos interpelaba, nos sentimos dominadores de ese hecho o fenómeno que se nos iba como agua entre los dedos. Y aunque nuestros intentos por lograr definiciones, la más de las veces fracasan, pues nunca alcanzamos a aprehender la esencia de las cosas (aun cuando para la fenomenologí­a esto sí­ sea posible) volvemos, una y otra vez, a intentarlo como en un acto de infinita absurdidez, similar al realizado por Sí­sifo. Esto es así­ y seguirá siéndolo, al menos, en la tradición de la filosofí­a occidental.


Y como no podemos renunciar a esta búsqueda pues, como señalé arriba, es parte de la naturaleza misma de esta profesión, que es la filosofí­a, intentaré ahora, a través de estas especulaciones, configurar una definición de estética a sabiendas de que, dicha empresa acaso no produzca el más mí­nimo resultado esperado. Debo advertir que realizo este ensayo desde mi particular punto de vista, utilizando las herramientas conceptuales que mi acercamiento a la filosofí­a me ha proporcionado, articulando dicho saber con mi propia experiencia personal, experiencia que se reduce al gozo que me proporcionan las manifestaciones artí­sticas de mi predilección: la música y la literatura. No es que no valore o disfrute otras formas de arte, como la pintura o la escultura o la arquitectura. También en estas se esconde el secreto del gozo estético. Lo que sucede es que dicho placer se me da más fácil o de manera más inmediata con esas dos formas de arte.

Así­ también creo que antes de intentar elaborar una definición de estética, es necesario distinguir entre los elementos que entran en juego a la hora de valorar la creación artí­stica. Esos elementos son, a mi juicio: la obra de arte propiamente dicha, el artista que la elabora, el crí­tico de arte que la juzga según sus particulares criterios y el filósofo de la estética que trata de encontrar, de manera holí­stica, las razones últimas que nos explique el sentido de una obra particular o del arte en general. En mi caso, me sitúo, aunque sin considerarme filósofo de la estética, en el último elemento que menciono arriba.

¿Qué es la estética? Es una pregunta que se hacen los filósofos que se ocupan de ese otro espacio que no es la moral, ni la polí­tica, ni la historia, ni la sociedad, pero que está presente en todos ellos y éstos en aquél. Porque toda obra de arte es, a la vez, un producto polí­tico, histórico, social, moral. Es el resultado de todos aquellos factores que se interrelacionan en el mundo del hombre. La obra de arte no está aislada de todos estos elementos que configuran un contexto definido. Ningún artista crea su obra de la nada. Así­ como tampoco la obra es neutra pues, siendo el resultado de esos factores que se articulan en un contexto histórico concreto repercute, de una u otra manera, en ese contexto del que surge.

Por supuesto que todo esto que digo está sujeto a discusión. De hecho, muchos artistas o crí­ticos de arte, no estarán de acuerdo conmigo, pero esa misma divergencia de opiniones puede ser fructí­fera y arrojar alguna luz sobre el tema que nos ocupa.

Históricamente sabemos que la estética no surgió como un saber definido y autónomo de la filosofí­a (como sí­ lo hizo por ejemplo, la ética), o no abordaba los temas que actualmente analiza, o lo hací­a a través de otro método distinto al que hoy dí­a usamos. Lo que quiero decir es que, en sus orí­genes, la estética no es lo que es en el presente, a saber: el espacio autónomo de reflexión filosófica que trata sobre la obra de arte, sobre el arte, sobre lo que deberí­a ser, o es, el arte y sobre los valores que encarna como producción humana, sobre el papel del artista, de su compromiso social o total neutralidad.

Durante muchos años la reflexión sobre lo bello o la obra de arte estuvo subordinada a otras reflexiones superiores como la moral o la polí­tica, por ejemplo. Aunque se seguí­an produciendo obras de arte y surgí­an importantes artistas, el arte como tal (y la reflexión sobre éste) no lograba construir su propia esfera, y no lo consiguió sino hasta el siglo XVIII cuando surge como un saber autónomo, con su propio estatuto epistemológico dentro del panorama general de la filosofí­a.

Al igual como sucede con las otras áreas de la filosofí­a, no existe un sentido único de estética. El significado que se le atribuya dependerá de cada autor, corriente filosófica, época o momento histórico y base ideológica.

A mi juicio, creo que la estética es el ámbito de reflexión exclusivo sobre el arte en el que la filosofí­a medita a fin de encontrar las razones que hacen de la producción artí­stica un elemento significativo dentro de la sociedad. Y no sólo pensar sobre la obra, sino también sobre el papel del artista como un miembro de la sociedad. Además, la estética nos da las claves para comprender la obra de arte, en su singularidad y concreción

Durante mucho tiempo la estética se dedicó a descubrir qué era lo bello, qué hací­a que una obra de arte fuera eso, obra de arte. Se pensó que lo que distinguí­a a ésta de aquello que no lo era, radicaba precisamente en que contení­a algún elemento de belleza o compartí­a, a su manera, el modelo de lo bello, para usar una expresión de corte platónico.

Sin embargo, en la actualidad ya no importa tanto la cantidad de belleza que pueda contener una obra de arte (¿acaso nunca importó?) porque eso, en última instancia, es muy subjetivo. Lo que para mí­ puede ser bello para otro no lo es, y viceversa. Por lo tanto, no podemos centrar nuestra reflexión sobre aspectos de la subjetividad humana ya que, precisamente por serlo, no podemos encontrar un criterio válido (para todos) que nos explique la obra.

¿En qué radica el valor de una obra de arte? ¿Acaso en la técnica empleada? ¿O en los colores, o las formas o las palabras que se articulan? ¿O talvez en el nombre del artista que la produjo? Pueden acaso ser todos estos elementos, pero yo agregarí­a también la función que cumple en la sociedad, el valor polí­tico que pueda encarnar o el significado que encierre en tanto contribuya al desarrollo social del hombre.

Harold Soberanis