En Francia fue El Collar de la Reina el detonante de la que conocemos como Revolución Francesa que mandó a la punta de un cuerno a Luis XVI. Ahora puede ser que el Elefante del Rey se convierta en la copa que rebalsa el vaso de una monarquía que ha ido perdiendo el respeto de su pueblo, puesto que la frivolidad de un monarca como Juan Carlos de España, que se entretiene matando paquidermos mientras que su país está en la peor crisis financiera que pueda imaginarse, es un sopapo en la cara de todos aquellos españoles que viven con angustia el proceso de ajuste a que se ha visto sometido el país.
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Mariano Rajoy está ya sufriendo el tremendo desgaste de las consecuencias de las drásticas políticas de recorte social que pesan sobre toda la población, pero con más fuerza en la clase media y baja en donde el desempleo se mantiene en niveles nunca antes vistos. Mientras el gobierno y los españoles pasan las de Caín por la crisis, el Rey tranquilamente se embarca en un safari para ir a matar elefantes, olvidando que como presidente honorario de la entidad WWF es, al menos en apariencia, un protector de la vida salvaje.
El escándalo que cae sobre la Casa Real de España llega justo cuando está en pleno esplendor el tema de la corrupción de la que es acusado el yerno del Rey por los manejos que hizo aprovechando su enorme influencia por el parentesco con el monarca. Los españoles han ido cada vez más sintiendo la distancia con su Rey, el mismo que luego del intento de golpe de Tejero apareció como salvador de la democracia a pesar de infidencias que dan cuenta de sus titubeos a la hora de condenar el asalto al Palacio de los Diputados. Pero el caso es que Juan Carlos, después de la muerte de Franco, sirvió como ícono de la unidad del pueblo español y del surgimiento de una democracia constitucional, aunque no se le deba a él sino a los políticos que supieron interpretar el momento histórico para darle salida a un país que necesitaba una solución eficiente después de años de dictadura.
El problema no es únicamente de los monarcas que viven trasnochados y corren el riesgo de seguir la misma suerte de María Antonieta y Luis XVI. Es un tema de abuso de poder y arrogancia que es propio de muchos caciques en distintos lugares del mundo que se sienten con derecho a aprovecharse de su poder para hacer micos y pericos en medio de las enormes necesidades del pueblo. Lo mismo del Rey de España hace cualquier alcalde de recóndito municipio de nuestro país, al embolsarse dineros que son absolutamente necesarios para atender las necesidades de la gente. En el caso de la monarquía en España, al menos tienen un mandato para huevonear y vivir a cuerpo de rey simplemente por ser un símbolo, pero en estos países el mandato que reciben nuestras autoridades les debiera obligar a trabajar, a ser productivos porque aquí no hay mandato para que nadie sea parásito de nadie, aunque en la práctica son demasiados los que lo terminan ejerciendo por sus pistolas.
Yo pienso que todo esto sigue siendo al final de cuentas más culpa de quienes toleran que de quienes hacen. A la monarquía la aguantan por su gusto los españoles y aquí por nuestro gusto, tal vez más por indiferencia que por gusto pero con el mismo resultado al fin, somos nosotros, el pueblo, los que damos carta libre a los parásitos que viven del dinero público hartándose con la corrupción.