El pasado sábado en el Suplemento Cultural de La Hora se publicó un trabajo muy especial del doctor Juan José Hurtado Vega sobre la especialísima figura del doctor Carlos Martínez Durán, médico y cirujano que destacó en la docencia y que no sólo participó en la formación de muchos de los mejores médicos del país, sino que también descolló como Rector Magnífico, y pocas veces tan atinado el título, de la Universidad de San Carlos en dos períodos no consecutivos y luego como ministro de Educación.
ocmarroq@lahora.com.gt
Era el Día del Maestro y la publicación cayó como anillo al dedo porque es fundamental destacar ese papel tan importante y especial que juega en la sociedad el educador, el ser humano que se dedica con vocación a formar a los niños y jóvenes para contribuir a hacer del país algo realmente especial y grande. Poca gente puede tener tanta influencia en el futuro de una sociedad como los maestros y por ello figuras como la del doctor Carlos Martínez Durán tienen que ser exaltadas. Yo me acuerdo de haberlo saludado algunas veces cuando en tiempos de Julio César Méndez Montenegro fue ministro y me impresionaba su frágil figura que contrastaba con su enorme personalidad.
Y pienso mucho en ese tipo de formador, en ese tipo de maestro, cuando veo el papel que unos pocos maestros están ahora jugando en el plano eminentemente político, abandonando su trabajo para convertirse en la fuerza de choque de intereses políticos que son resabio de aquellas turbas que hicieron el Jueves Negro en aquella triste jornada en la que perdió la vida Héctor Ramírez, el Reportero X, hombre de una larguísima trayectoria en la Prensa nacional.
Leyendo y releyendo la obra de Carlos Martínez Durán se da uno cuenta de lo que significa en realidad ese magisterio como apostolado, como vocación no sólo para impartir conocimientos sino para ser piedra angular de la construcción de una sociedad diferente en la que, a partir de la juventud, se pueda aspirar a realizar en verdad la tesis del hombre nuevo, del ser humano comprometido con sus semejantes, respetuoso de la ley, demandante de sus derechos y cumplidor de sus deberes. Un magisterio que no se contenta con trasladar unos cuantos conocimientos, sino que se empeña en crear ciudadanos, en crear hombres verdaderamente libres que aprendan el significado de los valores de la vida en sociedad.
Distancia enorme la que hay entre aquella visión del maestro humanista y entregado con la que tienen quienes se prestan a ser piqueteros en una contienda política. No puede ser que por ese tipo de militancia partidaria comprometida se abandonen los deberes que se tienen con los niños y jóvenes que necesitan aprovechar su tiempo. Yo creo que la actividad gremial del magisterio es importante cuando se trata de legítimos reclamos para la dignificación de los maestros del país, pero cuando se trata de actuar como fuerza de choque, como grupo de presión para impulsar causas políticas en las que se compromete la dirigencia, no puedo sino ver con tristeza la instrumentalización que se hace de quienes tienen que ser ejemplo de civismo, de responsabilidad y de respeto a las normativas legales del país. La formación de nuestros niños es posiblemente la más importante de todas las tareas que hay y tiene que estar encomendada a quienes asuman con visión profundamente integral su papel, su influencia para impulsar nuevas generaciones en las que se busque como muestra de excelencia el respeto a los valores fundamentales de la vida en sociedad.
Abundan los maestros comprometidos con su apostolado y que lo viven cotidianamente con entrega y con pasión. Esos son los émulos del doctor Martínez Durán, Maestro de Maestros a cuya memoria rindo mis respetos.