De los economistas sólo se espera que puedan predecir el futuro. Muchos de ellos lo realizan convencidos de la veracidad de sus predicciones y otras sólo por el gusto. Hay instituciones que pronostican el desarrollo macroeconómico, y viven de ello. Pero esto no debería de ser así, por lo menos cuando se trata de algo más que pronósticos económicos cajoneros. La advertencia de Hayek, expresada al recibir el Premio Nobel, sobre la arrogancia del saber, es legendaria. Los pronósticos son con frecuencia corregidos, revisados y contrapuestos, y peor aún, algunos no sirven para nada.
Diputado Unionista
Frente a la fijación por los agregados, no debe sorprendernos, que para el análisis de la economía, el desempleo, el ingreso nacional, el nivel de precios y demás, se pierda al ser humano como sujeto del quehacer económico. Esto es lamentable porque los agregados son una herramienta de análisis. Pero no hay que olvidar de que se trata de variables que no existen en realidad. ¿A que me refiero? Es cierto que se derivan importantes informaciones de los datos obtenidos, pero no permiten inferir realidades, porque los agregados son construidos artificialmente. Además, el conocimiento limitado de las consecuencias de las «bien intencionadas» intervenciones en el acontecer económico, plantean dudas razonables.
¿Para qué sirve la economía? Art Carden, del Rhodes College en Memphis, y Steven Horwitz, de la St. Lawrence University en Nueva York destacaron, en la revista Forbes, los puntos siguientes:
1. La economía da explicaciones sobre las motivaciones de las preferencias humanas. Allí está su fortaleza, pero no una explicación sobre las preferencias, y acá está su debilidad.
2. Los economistas desde Smith hasta Hayek reconocen límites morales intrínsecos. Ellos veían a los individuos no como fundamentalmente buenos, sino como egoístas, en otras palabras, anteponen sus intereses y los de su familia.
3. Los mercados descentralizan el poder en un sinnúmero de propietarios privados y le complican la vida a los poderosos. El poder de las empresas se genera de sus clientes, quienes les compran sus productos, más exacto: mientras les compran los productos. Los amigos del mercado libre no tienen que confiar en los individuos, sino confiar en las buenas instituciones que limiten los daños que provocan los pícaros.
4. Considerar a la naturaleza humana como fraudulenta, monopolística y corruptible, origina la desconfianza de los amigos del mercado libre hacia la política. La centralización del poder no soluciona el problema, por el contrario, los incentivos políticos contaminan las buenas instituciones y le entregan más poder al menos adecuado.
5. Ningún defensor de los mercados libres considera que deba venderse y comprarse niños. Por el contrario, enfatiza que los mercados no pueden funcionar sin el respeto de derechos.
6. En el capitalismo no existe la espiral descendente, ni para los salarios ni para las condiciones de trabajo. La ley de las ventajas comparativas evidencia como el comercio permite la creación de bienestar y eleva las condiciones de vida. El capitalismo ha logrado vencer a la pobreza.
7. Los críticos de los mercados libres confunden el capitalismo y el corporativismo. El capitalismo en el sentido de los mercados libres no significa que los intereses de los capitalistas tienen que ser apoyados políticamente, sino los mercados competitivos merecen esa atención, dado que con frecuencia trabajan en contra de los intereses anteriores. Lo que tiene que prevalecer, es el rechazo a los deseos y apoyos políticos del Estado para defender y acentuar los monopolios.
En las palabras de Ludwig von Mises: La realidad es que en un sistema capitalista, son los consumidores quienes dan las órdenes. El soberano no es el Estado, sino el pueblo.»
Los economistas deben concentrarse en los asuntos de la economía política y del acontecer económico, así como de las consecuencias de las intervenciones en el quehacer económico. La conducción de la economía debe estar en las manos de los participantes en el mercado, y no merecen la intervención política, salvo cuando se actúa subsidiariamente.