Desde el año 1985 cuando nuestro país retomó la senda democrática que ambicionamos alguna vez, me hago la misma pregunta ¿por qué es tan difícil encontrar funcionarios honestos, capaces y expertos cada quien en el campo de sus actividades y no que se vive improvisando a gente que ni siquiera conoce la O por lo redondo? Como me gusta saber lo que opina la gente, algunos me dicen que hay muy pocos interesados en ser funcionario o empleados públicos por lo «choteados» que están y por ello, dejan el camino libre a quienes lo único que les preocupa es saciar intereses políticos y personales. También me han respondido que salvo contadas excepciones, los políticos están convencidos que los chapines somos tontos y que Guatemala sigue siendo una gran piñata que aguanta palo porque a pesar de tantas golosinas que le han sacado, su estructura permanece igual sin que se agote.
Tantas veces y por tanto tiempo he escuchado lo anterior, que me he ido convenciendo que una combinación de ambos factores es la mejor respuesta a mi pregunta. Y digo esto, porque cada vez que escucho a alguien decir que es honrado, honesto, capaz y trabajador, pese a que existen pruebas fehacientes de que es todo lo contrario pregunto: ¿qué cree esta señora o señor que es Guatemala?, ¿acaso una partida de pendejos que van a seguir creyendo en sus patrañas, mentiras, falsedades, engaños y artificios?
Por estos días he leído a editorialistas y columnistas decir, con mucha franqueza por cierto, que a Berger, ni a su gobierno, le han favorecido sus abruptas y poco razonadas declaraciones sobre el fracaso de las llamadas «primarias» de su partido, cosa que a los empleados comunicadores sociales les ha venido del norte, puesto que su limitada capacidad les impide ver más allá de su nariz. Igual sucede cuando se comenta el caos del tránsito de vehículos provocado por la falta de lógica y ordenada planificación para hacer tanta obra pública hecha de junto y en tan corto tiempo, pero esa incapacidad los empuja a negarlo enfáticamente o contradecir lo aseverado, pensando que los receptores de la información son también otros caídos del tapanco.
El tiempo pasa y aunque hayan funcionarios y empleados que a estas alturas y con tan pobres resultados puedan creer que les quedan otros cuatro años ¿qué nos depara el futuro?, ¿cuándo vamos por fin a ver luz al final del túnel? Si el amable lector me califica de pesimista, que en cambio la vida es color de rosa y que con fe y confianza no todo está perdido, déjeme entonces plantear la gran duda que me asalta ¿será posible que con lo que hemos visto y como están las cosas, haya algún politiquero entre tantos, que no crea que el chapín es tonto y que Guatemala no es piñata?