Es cierto que Guatemala cada día nos duele más y ya no alcanzan las palabras para decir cuánto nos duele. Y nos duele no por su incomparable e insustituible belleza, por su prodigiosa capacidad de amar generosamente, nos duele por la maldad de una parte de sus hijos que menosprecian, denigran, insultan, escupen, destruyen y pisotean su dignidad y decencia, como patria, como nación.
No sólo se ha convertido esta maravilla de la naturaleza en un estado fallido, en un estado moribundo, en un estado débil, en un estado casi extinguido, sino además esos malos hijos, no le han dejado siquiera el más mínimo sentido de lo bueno y la parte de humanidad que la conforma. Y nosotros, los que nos consideramos presuntuosamente sus «buenos hijos», no la defendemos, nos falta la hombría y el valor para deshacernos del cáncer que la carcome. No basta decir que los buenos somos más, hay que demostrar que los malos son insignificantemente menos y aplastarlos como a las cucarachas.
Tenemos, sólo en los últimos días de noticias, en donde nunca hay bienaventuranzas, un ministro de Educación que pisotea las leyes y no entrega informes necesarios para fiscalizar programas que apestan a corrupción y apestan cada día más cuando desde el presidente Colom y sus servidores incondicionales, sobalevas, esclavos de él y su esposa, defienden a capa y espada mantener en secreto con argumentos totalmente tontos, que van desde proteger la «seguridad» de personas que reciben, supuestamente, Q300.00 mensuales, lo que los convierte en posibles víctimas de un secuestro o de un asesinato para robarles esa cuantiosa cantidad, hasta aferrarse a un supuesto secreto bancario a través de Banrural, cuyos principales dirigentes siguen bajo la sombra de la sospecha de que mandaron a asesinar a los Musa.
Si Cohesión Social fuera buena, no sólo para «ayudar» dando «limosna» a los pobres, sino buena en el sentido de la honradez, ílvaro Colom y su mujer no reaccionarían con tanta indignación cuando se trata de averiguar quiénes se benefician con estos programas. Y ahora el ministro de Educación, por cuidar el chance y ser un servidor incondicional de doña Sandra saca la cara para desobedecer a los mal altos tribunales, lo que da un ejemplo fehaciente de que la impunidad y el tráfico de influencias no sólo se da en la oscuridad sino a la luz del día.
Pero, dígame usted ¿no le da vergí¼enza y asco que un pequeño grupo de maestros cierren carreteras, tomen oficinas y plazas, mientras que un ministro de Gobernación presta «sus» carros (del Estado), para transportar a un ex presidente y no puede desalojar a estos facinerosos dirigidos por uno llamado maestro de mal nombre Joviel Acevedo? ¿No le da vergí¼enza y asco que ese grupo joda, chingue, fastidie a la clase media y pobre y que todavía este tipo Acevedo diga que con esos relajos «cobran» los impuestos dejados de pagar por los «ricos», como si el que se descompongan productos, no se realicen importaciones o exportaciones, se cierren temporalmente centros de trabajo, no jode también a los trabajadores y obreros? No, «excelentísimo dirigente magisterial», a los «ricos» con esto no se les chinga, aquí y en los futuros gobiernos, se les contempla.
Y qué me dice del supremo ejército nacional que no permitió durante un tiempo que médicos del INACIF evaluaran a Portillo, burlándose una vez más de las leyes que nos rigen y mandando al carajo a las autoridades facultadas para ello, en tanto los ilustrísimos jueces y magistrados se cuadran obedientes ante el quepí militar, mientras el ex presidente goza de un hotel de cinco estrellas, bien protegido y bien acomodado por los innumerables servicios prestados al país.
Y qué me cuenta de la corrupción galopante que sigue interminable con privilegios para Tomza, Cohen, Alejos y otros cincuenta importantes «financistas» (así los bautizó nuestra siempre complaciente prensa para con algunos y buena para trabar a otros porque tuvieron la osadía de «embolarse» públicamente).
Yo sigo sosteniendo que los verdaderos maestros que son muchos, merecen un salario digno, al igual que muchos otros trabajadores tanto del Estado como de la iniciativa privada. Lo malo es que a ambos sectores los dirigen personas o grupos que nacieron para huevear, evadir, y denigrar a los de abajo tratándolos como seres inferiores a cualquier ser humano. ¿Cómo cambiar esto? Sólo con una nueva revolución en donde por fin aparecieran líderes honestos que se pusieran al frente. Lástima que ya estoy viejo, porque si no fuera así ya estaría listo para hacer una revolución o como la del 44 que fue la más hermosa, o en último caso, como la que (copiándole a los chafas), las circunstancias lo demanden…
La violencia no se combate con violencia decimos todos, pero hasta Dios mandó un diluvio que terminó con la humanidad y destruyó Sodoma y Gomorra según cuenta la Biblia, y Jesucristo, también dice el mismo libro, sacó a cachimbazos a los fariseos del templo que habían manchado con sus iniquidades. Nosotros pobres seres humanos, podríamos unirnos contra la podredumbre, o preferimos que destruyan hasta la tierra y su subsuelo y a los habitantes honestos, las mineras, el crimen organizado, las maras, los corruptos, los políticos y funcionarios cínicos, desvergonzados y ladrones y todo el mal que nos rodea. ¿Cuánto más debemos aguantar?… Usted dirá.