«No necesitaba esta experiencia»


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El periodista francés Romeo Langlois llegó anoche a esta capital, luego de ser liberado por las FARC tras un mes de cautiverio, y aseguró que no es cierto que en el momento de su retención portara uniformes del Ejército colombiano.

Por FERNANDO VERGARA BOGOTA / Agencia AP

Tras un viaje en avión procedente de la sureña ciudad de Florencia, capital del departamento de Caquetá, Langlois arribó a Bogotá en compañía de una comisión integrada por miembros del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la ex senadora Piedad Córdoba y un delegado del gobierno francés.

«Yo nunca estuve uniformado en ningún momento, eso es muy importante que quede muy claro», aseguró el periodista a la prensa que lo aguardaba en un aeropuerto capitalino.

«Yo (me) puse un casco militar blindado y un chaleco antiesquirlas. Después de pensarlo (porque) no era lo ideal, lo pensé mucho antes de ponérmelo y tuve la intuición de que este operativo no era cualquier operativo, y vi que podía ser duro y decidí, nadie me forzó…, ponerme ese caso porque pensé que podía ser complicado», agregó el comunicador.

Horas antes, en San Isidro (Caquetá), donde se produjo la liberación, Langlois había dicho que en el conflicto armado interno colombiano no hay ni buenos ni malos, que ambos bandos consideran estar en el lado correcto y que sólo mueren los pobres.

Los rebeldes aprovecharon la entrega del francés para dar discursos, colgar pancartas llamando al cese del conflicto y ofrecer un almuerzo comunitario con seis vacas, en una ceremonia que ha ocurrido en pasadas liberaciones, pero que con poca frecuencia son vistas porque en esta oportunidad se dio acceso a medios internacionales.

Para algunos analistas, los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se aprovecharon de la ocasión, como en el pasado lo ha hecho el mismo Estado, pero sin que esos actos de publicidad o propaganda varíen la realidad o el balance concreto del conflicto armado.

Langlois, de 35 años, de los que al menos 10 de ellos ha radicado en Colombia, dijo que vio morir a menos de un metro suyo a un sargento del Ejército que era un hombre humilde convencido de su lucha y que más tarde, al estar en poder de la guerrilla, también habló con los insurgentes, igualmente convencidos de su actitud.

Hasta ahora no se ha informado si Langlois, soltero y sin hijos, viajaría a Francia de inmediato para reencontrarse con sus padres. Sólo se sabe, según la Embajada de Francia en Colombia, que el periodista ofrecerá una rueda de prensa la mañana del jueves.

Sobre la medianoche, el presidente Juan Manuel Santos escribió en su cuenta de Twitter: «Celebramos la liberación del periodista francés que nunca debió ser secuestrado».

Casi al final de la tarde y luego de que Langlois abordara un vehículo del CICR, ese organismo humanitario confirmó en un comunicado la liberación del reportero.

En el acto previo a la partida, rebeldes entregaron a Langlois una carta de la jefatura de las FARC para el nuevo presidente de Francia, Francois Hollande, cuyo contenido no fue revelado de inmediato.

Jefes del frente 15, que capturó al reportero galo, se disculparon públicamente por haberlo retenido y descrito como prisionero de guerra, un gesto poco frecuente de los rebeldes.

Los guerrilleros también entregaron a Langlois un bolso en el que estaba un diario que llevó el reportero durante su cautiverio y le devolvieron la tarjeta de la cámara que llevaba cuando fue retenido.

«Pobres matándose entre pobres, es enormemente trágico. Ya esto lleva 40 años, buenos y malos no hay», dijo el reportero francés, colaborador independiente de la televisora France 24 y el diario Le Figaro, antes de salir de San Isidro.

En pantalones oscuros, camisa de manga larga de un verde agrisado y con pequeñas decoraciones negras sobre los hombros a forma de charreteras, Langlois llegó pasado el mediodía en una camioneta Toyota Land Cruiser verde a San Isidro, en Caquetá, y a unos 480 kilómetros al suroeste de la capital colombiana.

En medio del tumulto de personas llegadas desde distintos caseríos y rebeldes uniformados y con armas al hombro, Langlois dio unas primeras declaraciones llevando una pequeña cámara de video en su mano derecha grabando su llegada.

Al ser consultado por periodistas sobre qué lección le dejaba lo vivido, respondió: «yo no necesitaba de esta experiencia para conocer el conflicto colombiano ni para conocer la guerrilla. Ya llevo mucho tiempo en esto, lo que me queda es la convicción de que hay que seguir cubriendo este conflicto y que conmigo se hizo con mucha política de muchos lados».

Poco después, sobre una tarima instalada por los moradores de San Isidro, Langlois lanzó críticas para ambos bandos: tanto para la guerrilla que dijo quiso debatir sobre la libertad de expresión mientras lo mantenía retenido, y a las autoridades que parecen ignorar las duras condiciones en que viven los moradores de estos poblados, sin carreteras y sin electricidad.

«Yo no comparto esa decisión (rebelde) de ‘guardarme’ (retenerme) 33 días… me parece que se impuso una vez más la política sobre cuestiones humanitarias», dijo Langlois. «Me toco esperar un mes que era el 48 cumpleaños de las FARC para poder venir acá» y encontrare con la comisión que la sacara del cautiverio.

Las FARC, surgidas en mayo de 1964, cuentan con unos 9.000 miembros y es descrita como la guerrilla activa más antigua de la región desde su nacimiento en mayo de 1964.

«Yo creo que la guerrilla no fue la única que hizo política conmigo, todo el mundo hace política en todas partes», agregó.

El reportero cayó en poder de los insurgentes el 28 de abril en una zona cercana a San Isidro.

El periodista galo realizaba un reportaje sobre el combate a las drogas y acompañaba a una unidad militar y policial en labores de destrucción de laboratorios clandestinos de cocaína cuando se produjeron combates con las FARC. En el choque murieron cuatro uniformados y Langlois resultó herido en su brazo izquierdo.

«Yo estaba en este operativo (antidrogas) porque el trabajo de uno como periodista de grabar y cubrir toda las partes del conflicto, sea de la parte de la guerrilla, sea la parte del Ejército», indicó.

«Ojalá el Ejército siga llevando gente a zonas de conflicto y ojalá que también periodistas vayan con la guerrilla a mostrar el diario vivir de los combatientes porque este conflicto no es cubierto», aseguró.

Langlois dijo que su herida fue atendida por los guerrilleros y que estaba bien.

En la parte de su codo izquierdo y hacia abajo se podía observar una larga cicatriz hasta la mitad de su brazo.

Un comandante rebelde le dijo la semana pasada al periodista independiente Karl Penhaul que Langlois fue muy afortunado en los combates porque una bala de AK-47 lo hirió por encima del codo pero sin dañar hueso o cartílagos.

En aquellos combates, dijo Langlois, «yo vi morir un soldado a un metro mío y he estado durante dos horas» con él antes de los combates. «Era un sargento del ejército… un hombre sencillo… (que) pensaba que estaba en el lado bueno», añadió. «Después estuve con los guerrilleros. Ellos están convencidos (de) que la lucha de ellos es justa».

Para el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, los rebeldes están en una lucha perdida porque dice que nunca alcanzarán el poder por la armas; para las FARC, los gobiernos colombianos representan a una «oligarquía» y ellos al pueblo.

En medio de esos discursos y actos como los de la entrega de Langlois, analistas como Alejo Vargas, profesor de ciencias políticas en la Universidad Nacional en Bogotá, dicen que son actos normales en una confrontación.

«En un conflicto armado ambas partes cada vez que se puede hace show para tratar de hacer propaganda y desprestigiar al otro», dijo Vargas en diálogo telefónico. «La guerra no es sólo una guerra en lo militar sino es la guerra en la opinión, en lo político, en lo mediático».

Puede que las imágenes y el simbolismo del acto «cambie algunos sectores de opinión, en uno u en otro sentido, pero en la guerra real no pasa nada en ningún sentido».

Langlois fue recibido en San Isidro por la comisión del CICR, la ex senadora Córdoba y el emisario del gobierno francés Jean-Baptiste Chauvin. Todos habían llegado la noche del martes a Florencia y se desplazaron en autos del organismo humanitario la madrugada del miércoles hasta San Isidro en busca del reportero.