«¿A Slaviansk? ¡Allí hay guerra!»: El miedo impera en este de Ucrania


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El miedo impera en Slaviansk: los disparos retumban por la ciudad del este de Ucrania, sobrevolada por helicópteros al aullido de las sirenas. Muchos ciudadanos se encierran en sus sótanos y no piensan en las festividades de los primeros días de mayo.

POR ULF MAUDER SLAVIANSK / Agencia dpa

Cada vez más gente, entre ellos civiles, son víctimas de la violencia. «Vienen a matarnos a tiros», cuenta Serguei Gutorov, de 30 años, en el barrio de Andreyevka en Slaviansk, portando un cartucho en la mano. Desde que las tropas rodearon la ciudad, la vida pública se apaga cada vez más. «Tenemos reservas pero, por ejemplo, no hay pan fresco», cuenta una ucraniana. Aunque todos intentan, pese al miedo, continuar al máximo posible con su vida cotidiana.

   El gobierno central de Kiev, apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea, envió a sus tropas para desalojar a los ocupantes de los edificios públicos. Lo llaman oficialmente «operación antiterrorista» y su objetivo es evitar que esa región, relativamente rica, se escinda completamente del país. Slaviansk es un importante nudo de comunicaciones. Desde allí el ferrocarril circula en todas direcciones, incluso a la península de Crimea que Rusia se anexionó el pasado marzo.

   Sobre un puente bloqueado puede verse a decenas de soldados ucranianos fuertemente armados con sus vehículos blindados y de combate. El suelo es de un intenso negro, los neumáticos arden y de las barricadas quemadas de los rebeldes sólo quedan las cenizas.

   Pero en otros lugares se levantan nuevas defensas con sacos de arena y neumáticos: los empresarios ayudan aportando material de la construcción y vehículos. Los opositores al gobierno de Kiev decretaron en la región la «República Popular de Donetsk» o una «República Federada de Donetsk», como se lee en una pancarta.

   En muchos lugares cercanos a Slaviansk los separatistas ya ocuparon edificios públicos, con frecuencia bajo la protección de uniformados fuertemente armados. «Conseguimos las armas en los edificios ocupados de los servicios secretos o de las milicias», dice un uniformado enmascarado que no quiere dar su nombre. Sólo dice que es de la cúpula de la insurgencia. «Ahora estoy aquí para defender la república popular de Donetsk».

   Para mañana está convocado un referéndum para decidir sobre la independencia de Kiev. Pero nadie puede decir cómo transcurrirá la votación. Lo que para la mayoría de la gente es seguro es que es que las elecciones presidenciales adelantadas convocadas por Kiev para el 25 de mayo prácticamente se suspenderán en la región. A nadie le importan aquí en realidad.

   La policía está «con el pueblo», se oye a menudo. Y las denominadas «fuerzas de autodefensa» se mueven con plena libertad. «¿A Slaviansk? Tengan cuidado, ¡allí hay guerra!», dice un policía. Toda la región está en estado de Excepción.

   Las tropas del gobierno hacen retroceder a los separatistas y toman los edificios públicos por la fuerza. Pero eso no hace que vuelva la paz. La ira popular aumenta con cada nueva baja. Y lo que una parte conquista, la otra lo puede recuperar rápidamente.

   Al menos en la calle no se encuentra a nadie que apoye al gobierno de Kiev. «Dicen que quieren liberar Slaviansk de separatistas y terroristas. Pero nadie los ha llamado», se queja Serguei, de 30 años, en el barrio de Andreyevka.

   El hecho de que en la exrepública soviética impere la violencia desde hace meses -primero en Kiev y ahora también en el este- es visto por muchos como la obra de un «gobierno marioneta dirigido desde Estados Unidos». Sin embargo, la cúpula de Kiev culpa, en parte, al derrocado expresidente Viktor Yanukovich, en parte a los oligarcas ucranianos, pero sobre todo a Rusia de la escalada de la situación.

   La mayoría, sin embargo, no habla de política. «Lo que queremos es que cesen estos combates», dice Tatiana desde el centro de Slaviansk, ocupado por los separatistas prorrusos. «Apenas se entiende qué es mentira y qué es verdad (…) nadie nos protege. La mayoría de la gente tiene miedo y se retira en sus casas, en los sótanos. Aquí muere nuestra gente», expresa la librera.

   Pero tampoco se encuentra fácilmente a alguien que ponga la mano en el fuego por el autoproclamado «alcalde popular» Viacheslav Ponomariov. «Es de aquí, pero apareció como por arte de magia», dice una ciudadana. Incluso aunque Ponomariov liberara a los observadores militares de la OSCE, los activistas de derechos humanos denuncian que sigue teniendo rehenes, entre ellos periodistas ucranianos. Mijail Konovalov, sicólogo y activista de Amnistía Internacional, describe en un informe cómo hombres enmascarados lo amenazaron con un arma en la calle, lo obligaron a ponerse de rodillas y le ataron las manos. «Tuve miedo», contó tras su puesta en libertad.

   En la ciudad se habla mucho de la violencia empleada por los uniformados armados contra los ciudadanos. «He oído que Ponomariov tomó negocios por la fuerza y declaró bienes privados propiedad del pueblo», manifiesta otro habitante.

   Es difícil descubrir la verdad en este conflicto entre Moscú y Kiev, que es también una guerra informativa. «Qué podemos hacer si Estados Unidos y Rusia quieren desgarrar Ucrania en pedazos», dice un soldado del gobierno en el bloqueo del puente en Andreievka, reaccionando tranquilo los gritos de una mujer con una vela en la mano que les exhorta a marcharse. «Lárguense de nuestro país, vuelvan con su junta en Kiev. Este es nuestro territorio». El soldado asegura con tranquilidad que no dispararán contra ciudadanos desarmados.

   «!Rusia!, ¡Rusia!», gritan algunos seguidores de la autoproclamada república. Sin embargo, ello no significa que quieran entrar a formar parte del país vecino. Según las encuestas de Kiev, sólo el 27,5 por ciento de Donetsk lo desearía. Pero sí quieren que el presidente ruso, Vladimir Putin, les ayude más y envíe las tropas que tiene apostadas en la frontera con Ucrania.

   La vida ha empeorado tras el derrocamiento de Yanukovich en febrero: han subido los impuestos y el precio del gas y de los alimentos, cuenta un constructor de maquinaria. Y también el grivna, la moneda local, pierde valor.

   Pero no son los problemas sociales lo que hace a la gente salir a las calles. «Estamos unidos a Rusia por la lengua y las creencias ruso-ortodoxas (…) Somos pacíficos y hemos vivido juntos en paz. ¿Y ahora? Con esta lucha política sucia el pueblo eslavo va a dividirse», resume indignada una jubilada.

LUGANSK: «ESTO SIEMPRE FUE RUSIA»

Kalashnikov y alambre de púas: los separatistas prorrusos protegen los edificios de los servicios secretos ocupados en la ciudad de Lugansk, en el este de Ucrania, como si fuera un fuerte.

Los líderes de la protesta creen que ha llegado el «día del ajuste de cuentas». «El 11 de mayo una Ucrania unida será cosa del pasado, y Occidente no cambiará nada con sus sanciones», dice Andrei, mientras patrulla frente al edificio.

A pesar de la «operación antiterrorista» lanzada por el gobierno ucraniano, los activistas mantienen el referéndum previsto para mañana  para decidir sobre la separación de esa región del poder central en Kiev.

El político prorruso Oleg Zariov llega a Lugansk para dar aliento a los «compañeros de la milicia popular». Recientemente retiró su candidatura presidencial en protesta contra el gobierno en Kiev. En el lobby del hotel Drushba (amistad), sus guardaespaldas, vestidos en uniforme militar, juegan aburridos con sus armas.

Zariov se reúne con el autoproclamado «gobernador popular» Valeri Bolotov, que se encuentra en la lista de sancionados por la Unión Europea (UE). «Combatiremos hasta la última gota de sangre», anuncia Bolotov, que ordenó un toque de queda nocturno.

La lucha de poder entra en su sexto mes en el segundo país más grande de Europa. En Lugansk, los separatistas apilan neumáticos para construir nuevas barricadas. Decenas de hombres armados ocupan desde hace casi dos semanas los edificios gubernamentales en la ciudad, de más de 450 mil habitantes. En los edificios tomados ondean, además, banderas rusas.

En las calles no se ven policías, sino que rige la ley del más fuerte. Los hombres armados se comportan como los nuevos dueños del lugar: patrullan en vehículos civiles y de los maleteros sacan armas que tomaron de los edificios ocupados. A los transeúntes que se detienen por un momento ante las barricadas los echan agresivamente.

Alexander, un colega de Andrei en uniforme, no tiene dudas de cuál es el rumbo de la situación: «Queremos pertenecer a Moscú, como Crimea. Esto siempre fue Rusia».

Sin embargo, los separatistas no cuentan aparentemente con un apoyo mayoritario en ese sentido. En una encuesta de la fundación Iniciativa Democrática de Kiev sólo un tercio de los ucranianos del este se pronunció a favor de una anexión de ese tipo. En principio está prevista una consulta para definir un territorio independiente y no un ingreso a Rusia.

Entre tanto, detrás de las barricadas de Lugansk se ven las noticias de la televisión rusa. Como el gobierno central en Kiev desconectó la transmisión de las emisoras rusas al acusarlas de «propaganda», la opinión de Moscú sólo puede conocerse a través de Internet. Algunos activistas aplauden cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, aparece en el monitor de la computadora. «Los noticieros son nuestra conexión con Moscú, cuando los vemos sabemos que no estamos solos, nos da fuerzas», dice Sergei.

 «El gobierno ucraniano canceló el tradicional desfile militar para el Día de la Victoria el 9 de mayo en Kiev», relata el presentador. «La cancelación es una ofensa para nuestros veteranos, y una prueba de que Kiev es gobernado por fascistas». El gobierno ucraniano canceló el desfile, aunque el motivo oficial fue la falta de dinero y el miedo a posibles provocaciones. Los separatistas en Lugansk se sienten revalidados. «Combatimos contra nazis, como nuestros abuelos. Eso debería ser reconocido por Occidente», apunta Viktor.

La calificación de «nazis» y «fascistas» está principalmente dirigida al Sector de Derechas, una alianza de grupos de ultraderecha y neofascistas. La cúpula en Kiev rechaza vehementemente que esta organización paramilitar tenga influencia en la política de gobierno.

A solo un par de cuadras de los edificios ocupados la vida de la gran ciudad sigue su ritmo. Un jardinero corta el césped frente a la alcaldía, como si la región no estuviese sumida en el caos. Aquí también se escucha frustración por el gobierno central. «Cobro unos 100 euros de pensión por mes, ¿cómo debería arreglarme?», reclama Alexandra Romanova mientras pasea a su perro. La mujer de 72 años dice apoyar el acercamiento de Ucrania a Europa, pero cree a la vez que no hay que estropear la relación con Moscú. «Si se rompe el contacto con Rusia podrían cerrar las fábricas aquí. ¿Qué sería entonces de nosotros?».

PÉRDIDA DE CONTROL

Pese a la «operación antiterrorista» lanzada por el gobierno de Kiev en el este de Ucrania, los separatistas prorrusos siguen ampliando su influencia en la región. El gobierno de transición ucraniano respaldado por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, reconoce que ha perdido el control de las fuerzas de seguridad en el este del país y todo ello antes de las elecciones convocadas para el 25 de mayo.

   Mientras, el destino de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europea (OSCE) retenidos por separatistas sigue siendo incierto. A continuación, una serie de preguntas y respuestas sobre la situación.

   ¿CÓMO ES LA SITUACIÓN EN EL ESTE DE UCRANIA?

   Los separatistas prorrusos extienden su influencia en esa región. En la ciudad de Lugansk, ocuparon varios edificios públicos, entre ellos el de la administración regional. Tras el derrocamiento del expresidente Viktor Yanukovich, el gobierno de Kiev parece desorientado e impotente: «Actualmente el gobierno no controla la situación en parte de la zona de Donetsk», reconoció hoy el presidente interino, Alexander Turchinov. La policía y los servicios secretos no cumplen con su deber y algunos colaboran con los insurgentes, reconoció.

   ¿HA FRACASADO LA «OPERACIÓN ANTITERRORISTA» ANUNCIADA A BOMBO Y PLATILLO?

   Los malos salarios, las malas perspectivas económicas y una situación global de inestabilidad han hecho que la moral se hunda en el Ejército y otras estructuras de la seguridad. Aunque el presidente interino Turchinov asegura que las fuerzas de combate están «en plena disposición de lucha», hay continuas informaciones de deserciones al campo de los separatistas.

   Además, Rusia amenaza con una intervención militar si Ucrania vuelve a utilizar sus tanques y su artillería contra la insurgencia.

   ¿QUÉ OFRECE EL GOBIERNO A SUS OPOSITORES EN EL ESTE Y SUR DE UCRANIA?

   Hasta ahora sólo anunció una vaga reforma de la Constitución que debe dar una mayor autonomía a las regiones y proteger la lengua rusa. Está previsto que se vote el 15 de junio. Sin embargo, los activistas prorrusos se ven insultados como separatistas y terroristas y convocaron un referéndum el 11 de mayo para votar sobre una escisión de Donetsk y Lugansk del gobierno central de Kiev.

   Por el momento no se dibuja en el horizonte un diálogo entre representantes de Kiev y los portavoces prorrusos.

   EN UNA SITUACIÓN ASÍ, ¿CÓMO PODRÁN CELEBRARSE ELECCIONES PRESIDENCIALES EL 25 DE MAYO?

   En las regiones de Lugansk y Donetsk la votación podría peligrar, pues las fuerzas prorrusas han llamado al boicot. El candidato Oleg Zaryov, que tenía ahí al grueso de su electorado, retiró su candidatura en protesta por la situación y apeló a otros candidatos a hacer lo mismo. El gobierno central no puede ni garantizar la seguridad de los candidatos ni unas elecciones sin incidentes.

   Si se suspenden los comicios en los territorios del este, donde vive una gran parte de la población ucraniana, ello pondría en peligro la legitimidad del nuevo presidente.

   ¿POR QUÉ LOS SEPARATISTAS PUEDEN ACTUAR CON TANTA LIBERTAD?

   Las fuerzas de seguridad les dejaron vía libre casi sin oponer resistencia. Muchos de ellos eran contrarios desde el principio al movimiento de protesta de manifestantes proeuropeos activo durante meses hasta que derrocó al presidente Viktor Yanukovich. Las fuerzas prorrusas ocuparon por ello, sin encontrar resistencia, edificios y saquearon almacenes de armas.

   Sin embargo, los efectivos de la seguridad critican también las órdenes escasas o poco claras de Kiev. A ello se une que los suelos, de unos 200 euros al mes, son para muchos un incentivo demasiado pequeño para luchar contra los activistas, hasta ahora fuertemente armados.

   ¿QUÉ AYUDA HA APORTADO OCCIDENTE AL PAÍS AL BORDE DE LA BANCARROTA?

   La Unión Europea (UE) eliminó las tasas aduaneras a la importación de productos ucranianos. Además, Ucrania puede contar con gas polaco, eslovaco y húngaro un 30 por ciento más barato que sustituye en parte a las caras importaciones de gas ruso.

   El gobierno estadounidense otorgó a Ucrania garantías crediticias por 1.000 millones de dólares. Pero lo que realmente falta es una auténtica inyección de capital. El Fondo Monetario Internacional (FMI) podría conceder créditos por casi 17 mil millones de dólares al país, pero aún no tomó la decisión.

   ¿DÓNDE ACECHAN NUEVOS PELIGROS?

   El gobierno ucraniano ve el peligro de un nuevo foco de tensión y quiere evitar que se ocupen edificios por ejemplo en Odesa, en el Mar Negro, o en Járkov. Para ello en algunos territorios se están formando comités de defensa que los observadores creen sin embargo que podrían empeorar la situación y el caos.

   Ucrania, al borde de la bancarrota, sigue muy endeudado con Rusia, entre otras cosas por facturas millonarias de la venta de gas. El presidente ruso, Vladimir Putin, dio de plazo a Kiev hasta comienzos de mayo para que salde sus deudas.

   ¿QUÉ OCURRIRÁ DESPUÉS?

   Rusia ha amenazado con suministrar gas solamente a cambio de un pago previo. Y si Kiev no paga, dejará de fluir el gas, aseguró. Pero Ucrania es el principal país de tránsito del gas ruso a Occidente, por lo que podrían provocarse cuellos de botella en el suministro a la Unión Europea. Ya durante la «guerra del gas» de 2009 entre Kiev y Moscú Rusia cerró el grifo del gas y provocó así problemas en la UE.

   ¿QUÉ SOLUCIONES HAY A ESTE PROBLEMA?

   Ucrania espera que Occidente le ayude a pagar sus deudas con Rusia para evitar lo peor. Pero Kiev se niega a pagar el precio acordado por contrato con Moscú de 485 dólares por mil metros cúbicos de gas, asegurando que está por encima del nivel de mercado y sólo quiere pagar 268,5 dólares por mil metros cúbicos.

   ¿ESTÁN LOS RUSOS DISPUESTOS A ALCANZAR ACUERDOS?

   Quieren una solución para que su propia economía tampoco sufra. El presidente ruso, Vladimir Putin, ya ha reconocido que las sanciones de Occidente contra Rusia por el conflicto de Ucrania tienen efectos perjudiciales para la economía. La cúpula de Moscú enfrenta problemas coyunturales, de fuga de capitales, una recesión al alza, la devaluación del rublo y un clima adverso a la inversión.