Q.e.p.d., Ví­ctor Jara


Niños rodean el ataúd con los restos de Ví­ctor Jara, mí­tico músico chileno, durante su funeral en Santiago, 36 años después de su muerte. FOTO LA HORA: AFP Martin Bernetti

«A Ví­ctor Jara lo sepultamos con todo el cariño de su pueblo pero también con la exigencia de hacer justicia», dice Gloria Konig, organizadora del funeral popular que por tres dí­as a partir de ayer rinde tributo al célebre músico chileno, ejecutado por la dictadura de Augusto Pinochet.


En el mismo ataúd donde fue enterrado secretamente el 18 de septiembre de 1973 (sólo acompañado por su viuda, la británica Joan Turner, y dos personas más), el cantautor y director teatral comenzó a recibir un tardí­o homenaje en Santiago, en una ceremonia que mezcló el canto, demostraciones de afecto popular y el clamor para que se haga justicia por su asesinato.

«Existe la indignación de que Ví­ctor va a ser sepultado cuando todaví­a existe absoluta impunidad sobre su asesinato», dice en la fundación que lleva el nombre del artista en Santiago, donde pasado el mediodí­a se dio inicio a la ceremonia fúnebre que culminará el sábado, con su entierro en el Cementerio General de la capital chilena.

El tardí­o sepelio fue organizado por la familia del cantante y un amplio grupo de voluntarios, seis meses después que sus restos fueran exhumados por orden de un juez que busca aclarar su muerte.

Su viuda y dos hijas, Manuela y Amanda, organizaron la primera guardia de honor junto al ataúd, sobre el cual se instaló la manta de lana roja con ribetes negros que el popular cantautor solí­a usar en sus presentaciones.

Ningún miembro de su familia emitió declaraciones. Las tres mujeres permanecieron con la mirada perdida junto al ataúd, restaurado por Manuela.

Cientos de chilenos, autoridades, músicos y artistas locales concurrieron también a despedir a Jara, uno de los más célebres representantes del canto popular chileno y latinoamericano, con canciones como «Te recuerdo Amanda» o «El Cigarrito».

A la ceremonia asistió también la ministra de Cultura, Paulina Urrutia, que no pudo contener las lágrimas al hablar con los periodistas. «í‰l es un talento que ya no va a volver jamás, por eso lo seguimos llorando, porque nos hace falta hasta el dí­a de hoy», dijo.

Una de los familiares de las ví­ctimas de la dictadura, Viviana Dí­az, concurrió también a esta primera jornada de homenaje: «í‰l vive en el corazón de todos nosotros, sabemos sus canciones, es lo que él se merece», señaló.

Según anunció la Fundación Ví­ctor Jara, no existe un programa definido para la ceremonia fúnebre. Las puertas del recinto permanecerán abiertas dí­a y noche y en sus cercaní­as se montó un pequeño escenario, para albergar las demostraciones de afecto de artistas populares.

Jara fue detenido el mismo dí­a en que Pinochet tomó el poder, el 11 de septiembre de 1973, junto a otros 5 mil prisioneros polí­ticos en un estadio de Santiago. Ahí­ fue brutalmente torturado y cinco dí­as más tarde asesinado. Sus manos fueron destrozadas.

Su cuerpo acribillado junto al de cientos de prisioneros ejecutados fue trasladado hasta el Servicio Médico Legal. Un funcionario lo reconoció y le avisó de su muerte a su viuda, Joan Turner.

La investigación judicial no ha logrado determinar quién dio la orden para asesinar al artista. Hasta ahora la justicia ha logrado procesar a sólo dos personas: un soldado que reconoció haberle disparado pero que luego se retractó y un oficial que custodiaba el recinto deportivo.

El cantante recibe hoy el reconocimiento que no tuvo en 1973, cuando fue sepultado secretamente por su viuda en un modesto nicho del Cementerio General de Santiago, en el más absoluto silencio, sin flores ni rezos.

SEMBLANZA La voz apagada


Detenido un dí­a después que se instaló la dictadura de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973, el cantautor chileno Ví­ctor Jara fue asesinado tres dí­as más tarde en el Estadio Chile, donde fue torturado por agentes del Estado que destrozaron las manos con las que tocaba la guitarra.

Jara se encontraba el dí­a del golpe en la Universidad Técnica del Estado, donde se desempeñaba como director teatral. Fue detenido en ese lugar, junto a varias decenas de personas, por agentes del nuevo régimen y luego trasladado hasta el Estadio Chile, un recinto en el centro de Santiago que fue utilizado como centro ilegal de detenciones.

Durante tres dí­as fue interrogado y torturado por efectivos del Ejército. Según testigos, fue sometido a brutales golpizas y le destruyeron las manos.

«Â¡Mira mis manos, mira mis manos… me las machacaron para que nunca más volviera a tocar la guitarra!», le relató el propio Jara al periodista Sergio Gutiérrez, que se encontraba también detenido en el Estadio Chile.

El 15 de septiembre de 1973 es el último dí­a en que se le vio con vida, según el Informe Retting de 1991 que cuantificó las ví­ctimas de la dictadura de Pinochet.

Al dí­a siguiente, su cuerpo acribillado fue encontrado en un terreno baldí­o en las afueras de Santiago junto a otros cinco cadáveres. Todos fueron trasladados hasta el Servicio Médico Legal (SML), donde fue identificado por un funcionario que avisó de su muerte a su viuda, la coreógrafa británica Joan Turner.

Según un primer informe de autopsia, Jara murió tras recibir 44 impactos de bala en su cuerpo. Tení­a 41 años.

El informe Retting, que atribuyó a la dictadura más de 3.000 ví­ctimas, señaló que el cantante «fue ejecutado al margen de todo proceso, constituyendo ello una violación a sus derechos fundamentales de responsabilidad de agentes del Estado».

Su viuda, junto a un amigo y el funcionario que lo identificó, lo enterraron secretamente el 18 de septiembre de 1973, en una modesta tumba donde permaneció por 36 años hasta que una orden judicial determinó la exhumación a mediados de este año. Ahora será enterrado el sábado, tras un homenaje de tres dí­as que se inicia este jueves.