«Discúlpeme, por favor»


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Somos una sociedad conservadora con una educación que data del servilismo y el bajar la cabeza, como los conquistadores enseñaron a nuestros antepasados. Nos hicieron reprimidos, miedosos, avergonzados. Lo demostramos cuando decimos, “¿qué manda?”, “¿me haría el favor?” y “¡disculpe la molestia!”, que tanto me critican pero que muchos repiten. Vivimos con miedo a decir si algo no nos parece o nos tragamos con los mocos nuestros suspiros y cariños. No podemos abrazar, por el miedo al qué dirán, ni aunque sea al amigo más querido de la infancia; ¡la mujer puede enojarse!; no podemos decir que admiramos a alguien, porque seríamos arrastrados, y si criticamos, sucede que somos envidiosos.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es


No podemos gritar cuando el pecho nos estalla, porque pensarían que estamos locos, ni carcajearnos con ganas, porque sería de mal gusto. Cuando digo que no me baño los domingos, me hacen cara de asco, como si nunca lo hicieran, y todavía me dicen que no lo cuente.

Cuando alguien toca un tema que desconocemos, o se echa una expresión en inglés que no atinamos, callamos para que no crea que somos ignorantes.

Si la gente nos pela, jamás la enfrentamos y nos quedamos con el chisme y el resentimiento latiendo. Somos incapaces de decir a la cara que ya no queremos ser amigos, ser parejas o que la emoción ya pasó, huimos o dejamos que las cosas caigan por su peso hasta que alguno de los dos queme rancho.

Por eso, cuando podemos, nos embolamos hasta el case, y sólo así todo fluye, o si no cuando en la soledad de la noche las sábanas ocultan nuestras lágrimas y mocos. O esperamos a que llegue diciembre para abrazar a toda la gente con todas las ganas del año, o le mentamos la madre al mundo y a todos los que nos la hicieron, en la persona del que va en el carro adelante o en el que nos empujó en el súper y así, desahogados, volvemos a ser los mismos reprimidos, serviciales y miedosos de siempre. Esas son las bondades de la conquista, que aplico y por lo que veo aplican también los latinoamericanos cuando estamos fuera de nuestro país, es decir, genio y figura… o no somos sólo candil de la calle y oscuridad de la casa y mientras que nos sigan mancillando la dignidad.