Putin, más fuerte que nunca en el escenario internacional


inter33_2

Vladimir Putin quiere unir la península de Crimea al territorio ruso lo más rápido posible, con la construcción de un gran puente y la puesta en marcha de trenes. Tras el terremoto geopolítico que provocó con la firma del tratado de anexión de Crimea, al presidente ruso no parece importarle que Occidente siga considerando ese territorio como parte de Ucrania.

Por Ulf Mauder, Moscú, Agencia dpa

Recientemente «coronado» por la revista Forbes como el hombre más poderoso del mundo, Putin acepta las sanciones y el aislamiento internacional a cambio de esta «victoria». Tampoco le preocupa la amenaza de ser expulsado del G8, aseguran los comentaristas de la emisora de radio Echo Moskwy, crítica con el Kremlin. A sus 61 años, el mandatario se interesa desde hace tiempo más por el G20 que por el grupo de las ocho naciones más industrializadas, que tiene un marcado acento occidental.

   «Crimea pertenece al mapa de Rusia», afirmaba hoy el diario «Novaya Gaseta». Para este diario, crítico con el gobierno, el discurso que dio el martes Putin fue el «mejor» de su carrera. Y el ex líder soviético Mijail Gorbachov, fundador de este periódico, pide a Occidente que acepte la voluntad de los crimeos y evite mayores tensiones.

   No pocos creen que Occidente se conformará con las sanciones, que dañan la imagen de Rusia pero no tienen efectos para las estrechas relaciones comerciales, importantes para ambas partes. Y entre la mordaz prensa de Moscú apenas se encuentran críticas a la política del Kremlin que ha logrado la «histórica reunificación de Crimea» con Rusia. Una y otra vez se habla del «triunfador» Putin.

   Tras más de 13 años en el poder, Rusia está ante un Putin que siempre se reinventa, como reconocen incluso sus críticos. Y el actual golpe en Crimea no le vendrá mal de cara a las elecciones presidenciales de 2018.

   En estos días de alegría por lo conseguido en Crimea, parece haberse olvidado que en Rusia la propaganda controla a la opinión pública, que hay opositores a Putin encarcelados o bajo arresto domiciliario y que muchas páginas web críticas con el Kremlin están prohibidas o bloqueadas.

   Pero, ¿se trata de una verdadera victoria? En Moscú hay distintas opiniones al respecto. Según los cálculos, la anexión de Crimea le costará a las arcas rusas hasta 4.000 millones de dólares anuales, que se destinarán, entre otros, a pagar mejores pensiones a cientos de miles de jubilados.

   Sin embargo, los analistas cuentan también con que Rusia pueda dejar de pagar la elevada tasa que satisfacía hasta ahora para poder tener destacada a la Flota del Mar Negro en Sebastopol. Además, Crimea produce y exporta gas y la empresa estatal rusa Gazprom tiene desde hace tiempo la vista puesta en las reservas de materias primas del Mar Negro.

   Putin ha consolidado su autoridad en el país y, para regocijo de muchos rusos, mostró la nueva fortaleza de Moscú, escribe el diario «Vedomosti». Pero, sobre todo, la anexión de Crimea está sirviendo a la propaganda estatal para desviar la atención de graves problemas sociales y económicos.

   Ya en la época soviética, cuando Putin estaba en la KGB, el Kremlin apostaba a la confrontación este-occidente. Ahora muchos se acuerdan a diario de las imágenes de confrontación de la Guerra Fría. Y Moscú, potencia energética y atómica, no ha dejado duda alguna a Occidente de que el futuro seguirá actuación con contundencia.

   Un día después de la firma del tratado de anexión de Crimea, el Ministerio de Medio Ambiente ruso ha recordado las aspiraciones rusas en el Ártico. Se trata de un territorio de 1,2 millones de kilómetros cuadrados en los que podría haber 5.000 toneladas de petróleo, recordó el viceministro Jramov, para quien esa es ahora una de las «prioridades».

   Rusia quiere llegar a un acuerdo con el países que tienen aspiraciones en esa zona, recordó Jramov. Pero a nadie se le escapa que Putin amenazó en varias ocasiones con intervenir militarmente en el Ártico, si se hace necesario.