La Cumbre del G8, la próxima semana en Alemania, será testigo de un forcejeo sobre el calentamiento global entre Estados Unidos y sus aliados occidentales y quizá sirva de excusa para pedir explicaciones a Rusia sobre sus planes estratégicos.
La canciller alemana Angela Merkel, anfitriona de la Cumbre que se celebrará de 6 al 8 del junio en la localidad de Heiligendamm, en el noreste de Alemania, se ha propuesto dar un gran paso en la lucha contra el cambio climático, un objetivo que se ha convertido en prioritario a la luz de los informes sombríos de los expertos de la ONU.
Como jefa de gobierno de Alemania, Merkel quiere que los demás países del G8 (Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña, Italia, Canadá, Japón) adquieran compromisos concretos y audaces para después del 2012, cuando expirará el Protocolo de Kyoto. Se trata de reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2050, con respecto a los índices que había en 1990.
La ex ministra de Medio Ambiente alemana no lo tendrá fácil para convencerlos, debido ante todo a las reticencias de la administración estadounidense, que ni siquiera ha ratificado el Tratado de Kyoto.
Además tratará de ganarse el apoyo de los países emergentes, en particular de China e India, que figuran entre los más contaminantes del planeta. Estas dos naciones, junto con Brasil, México y Sudáfrica, asistirán al G8 en calidad de invitados, como vienen haciendo desde hace unos años.
Los objetivos de Alemania chocan con los de Estados Unidos, lo que ha generado cierta crispación diplomática que parece haberse disipado en los últimos días.
Estados Unidos, que apuesta por la innovación tecnológica de las empresas para hacer frente al calentamiento global, criticó los planes de Alemania y sugirió la introducción de enmiendas para desvirtuar su contenido.
En vez de apocarse, Alemania insistió en que mantendría sin cambios el texto inicial.
El jueves el presidente estadounidense, George W. Bush, optó por la conciliación, con un gesto de buena voluntad, al proponer que se debata en Heiligendamm la apertura de negociaciones con los países más desarrollados para fijar «un objetivo mundial a largo plazo» en la lucha contra el calentamiento global después de 2012.
Este no será el único frente de batalla en el G8 de Heiligendamm.
El presidente ruso, Vladimir Putin, denunció el jueves el «imperialismo» de Estados Unidos y anunció que el reciente ensayo de un nuevo misil intercontinental ruso era una «respuesta» directa al proyecto de Washington de desplegar un escudo antimisiles en Europa.
Durante la reunión de los ministros de Relaciones Exteriores del G8 en Potsdam, el pasado miércoles, flotaba en el aire un olor a guerra fría, perceptible en los reproches entre los jefes de la diplomacia ruso, Serguei Lavrov, y estadounidense, Condoleezza Rice. Se recriminaron mutuamente sus proyectos de misiles y, entre otras cosas, sus diferentes opiniones acerca del futuro estatuto de Kosovo.
Rusia considera inaceptable la independencia de la provincia serbia de mayoría albanesa y los occidentales estiman que la única solución radica en establecer una soberanía bajo vigilancia de las Naciones Unidas.
Pero la relación de Putin no sólo está agarrotada con Estados Unidos, sino que atraviesa malos tiempos con algunos europeos, como Merkel, el primer ministro británico, Tony Blair, o el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.
La no proliferación nuclear, la lucha antiterrorista, la situación en Oriente Medio, Irak y Afganistán serán otros de los temas abordados por los ocho países más poderosos del planeta a orillas del Mar Báltico.
La cumbre también hará hincapié en la ayuda financiera a Africa, que quiere promover la canciller alemana para aumentar su eficacia y condicionarla a una correcta administración por parte de los países receptores.
Las negociaciones comerciales, la defensa de los derechos de propiedad intelectual, las inversiones directas, la regulación de los fondos especulativos o la dimensión social de la globalización serán otras de las cuestiones económicas de la cumbre.
Todas ellas tendrán eco del otro lado del alambrado, donde se espera a decenas de miles de altermundialistas que manifestarán para expresar su ira o sus propuestas de cosecha propia para un «mundo global».
No se descartan incidentes o enfrentamientos a pesar de las draconianas medidas de seguridad impuestas por el gobierno alemán.