Pueblo horrorizado tras hallazgo de ocho recién nacidos en un jardí­n


Ocho velas encendidas se consumen en un altar improvisado delante de la casa de este pueblo del norte francés, cada una por cada recién nacido sofocado por su madre a sólo horas de haber dado a luz. AFP

Ocho velas encendidas se consumen en un altar improvisado delante de la casa de este pueblo del norte francés, cada una por cada recién nacido sofocado por su madre a sólo horas de haber dado a luz, una macabra historia que horroriza a los habitantes de la localidad.


«Pienso en todos los niños del mundo», señala el párroco Robert Meignotte, responsable de la parroquia de Villers-au-Tertre (norte), que, como todos los lugareños, aún «no entiende» lo que sucedió tras el hallazgo de los ocho cadáveres enterrados en el jardí­n de la propiedad.

«Estoy muy emocionado. Cada domingo bautizo a cinco niños de los 17 pueblos de la parroquia. No se tiran así­ los niños a una bolsa de basura. No lo entiendo», aseguró el religioso.

La consternación e incredulidad del párroco la comparten gran parte de los 620 habitantes de este pueblo que describe a la presunta homicida, Dominique Cottrez, y a su marido, como gente «buena, discreta, sin historias».

«Estamos realmente conmocionados», explica Catherine, que vive enfrente de la casa en donde viví­a la pareja. «Es gente que queremos mucho», dice antes de confesar que «no me di cuenta de nada».

Villers-au-Tertre es un pueblo en el que «nunca pasa nada», reconoce el alcalde, Patrick Mercier.

Pero el jueves, la vida de este pueblo cambió por completo con policí­as y equipos de periodistas de radio y televisión que acudieron para relatar el peor caso de infanticidio que se conoce de la historia moderna francesa.

Dominique Cottrez, enfermera de profesión, fue inculpada por «homicidios voluntarios de menores de 15 años» luego de contar a la policí­a «que no querí­a más niños y que no querí­a ver a un médico para utilizar un método de contracepción», según un fiscal local.

Su marido, Pierre Marie Cottrez, carpintero y concejal ad honorem de 47 años, cuya inculpación habí­a solicitado la fiscalí­a, fue en cambio puesto en libertad. Negó estar al tanto de los homicidios que tuvieron lugar entre 1989 y 2007.

La pareja fue detenida el martes e interrogada por la policí­a el miércoles. El jueves fue trasladada al Palacio de Justicia de Douai. La policí­a, que utilizó cinco perros adiestrados, acentuó las tareas de búsqueda en esa vivienda y en la casa actual de los presuntos padres, un poco más lejos, donde encontraron otros seis cadáveres.

El alcalde Mercier conoce bien al carpintero y concejal, que acababa de comenzar «un tercer mandato» en esta localidad en donde se ocupaba del comité de fiestas.

Lo describe como alguien «respetable» y se refiere a una «pareja unida». En cuanto a la mujer, la describe como «una persona que sale poco» con «un problema de peso».

«Pienso que hay mucho sufrimiento detrás», estima una vecina de la ex casa de la pareja, que describe a la enfermera como «una dama muy sonriente, muy gentil» que vení­a regularmente a curar a su padre, a unos metros de allí­.

«No alcanzo a comprenderlo», confiesa, con la mirada perdida.

Dominique y Pierre Marie Cottrez son padres de dos veinteañeras, que a su vez tienen niños.

Todo comenzó el sábado pasado cuando los nuevos dueños de una casa que hasta hace dos años pertenecí­a a los padres de Dominique Cottrez alertaron a la gendarmerí­a tras un macabro hallazgo. Cuando estaban a punto de plantar un árbol en su jardí­n, encontraron los restos de dos recién nacidos en bolsas de basura, enterrados.