Pueblo de La Ermita


Inmediatamente después de terminada la conquista de l524, don Pedro de Alvarado comenzó a hacer los repartimientos entre sus capitanes y soldados.


El que con posterioridad se conociera como Valle de las Vacas o una parte de él, pues era muy extenso, le tocó a don Héctor de la Barreda. Tuvo una magní­fica idea en vista de la falta de ganado vacuno que se padecí­a hizo traer a su costa de la isla de Cuba cierto número de vacas y toros que puestos en el valle de que era propietario fueron multiplicándose hasta abastecer de ganado toda América Central y he aquí­ por qué se le llamó el «Valle de Las Vacas», inmortalizando así­ con este nombre el recuerdo del sitio a donde por vez primera fueron introducidos en el antiguo reino de Guatemala o Centroamérica, el ganado tan útil.

Con la familia de Barreda fueron estableciéndose en el Valle de las Vacas otras familias más de los mismos conquistadores a quienes la autoridad concedí­a tierras y que muy probablemente a ejemplo de Barreda se dedicaron a la crianza de ganado, poco a poco fueron formando no un pueblo pero si alguna aglomeración de casas con sus hatos como ellos les llamaban, allá en un extremo del Valle, punto en que tal vez por la situación llamaron «Rincón de la Leonera».

Como alguien debí­a administrar espiritualmente el valle, fue hecha visita al curato del sagrario de Guatemala , hoy ( La Antigua Guatemala), pero al ser tan grande la distancia que existí­a, los curas de la catedral, nombraron un coadjutor especial en el Valle de las Vacas.

Llegaron a erigir junto al pequeño rí­o una diminuta iglesia, que estaba casi aislada.

En esta situación estaba el Valle de Las Vacas al comenzar el siglo XVII. Era un valle muy aislado y pobre. Construida la Ermita sobre un cerro en el Valle de Las Vacas, este cambió su nombre y el vecindario y los pueblos comarcanos, le llamaron desde 1620 el Valle de La Virgen, quedándole ya sólo el pequeño rí­o y a un rincón del Valle el primitivo nombre de Las Vacas.

El año 1675 vinieron de Canales para formar el pueblo de La Ermita, por orden del Presidente de la Real Audiencia, don Fernando de Escobedo. Se procedió a la construcción de la nueva iglesia, que se concluyó para parroquia, en 1725. El Obispo Gómez de la Parada introdujo el agua potable, en el año 1730

El sitio de La Ermita no era un pueblecillo sólo de indios pues desde que se instituyó la alcaldí­a ordinaria en el año 1749 se habí­an domiciliado en él buen número de españoles y su vecindario alcanzaba en el año del terremoto, ( 1773) a 1663 habitantes, con 249 ranchos y muchas casas de teja con piso de ladrillo. El Cabildo del pueblo tení­a dos casas, de las cuales se les despojó, destinándose una, la más amplia para la Real Audiencia y la otra para guardar el Real Tesoro. Al trasladarse el Gobierno, el Ayuntamiento de La Ermita ya no contó para nada, se disolvió sencillamente, porque el de la ciudad de Guatemala, la arruinada – ejercí­a aunque no se hubiese trasladado aún.

Frente a la iglesia de la parroquia antigua, que otrora se le conoció también como Cruz del Milagro, estaba su amplio atrio y su bonita plazuela con sus amates que serví­an de sombra a la gente que descansaba en las bancas, existió también una cruz de gran tamaño y su fuente mandada construir por el padre Gómez de la Parada, y donde se surtí­an de agua las personas, todos estos beneficios fueron posible al buen contingente del Obispo benefactor.

Juan Garvaldo

colaborador