Psiquiatría del ecologismo irracional


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La ecología es la ciencia cuyo objeto son las relaciones entre los seres vivos y su ambiente. Es una definición que encuentro en Enciclopedia Británica. Por ser ciencia, la ecología no juzga que los fenómenos ecológicos son buenos o malos, de modo similar a como la física no juzga que los fenómenos físicos son buenos o malos. Hay, empero, una ecología no científica, que denomino “ecologismo político-ideológico”, que pretende juzgar sobre la bondad o la maldad de los fenómenos ecológicos.

Luis Enrique Pérez


Una peligrosa degeneración del ecologismo político-ideológico es el  ecologismo irracional, cuyo origen es una misteriosa perturbación emocional conexa con la extinción del más mísero vestigio de actividad intelectual. Algunos síntomas de este ecologismo son sentir nostalgia por los dinosaurios, ansiar la vida cavernaria, llorar por la muerte de un mosquito, y oponerse a la utilización económica de los recursos naturales. He aquí algunas inquietantes manifestaciones del ecologismo racional, que reclaman urgente tratamiento psiquiátrico.

Nostalgia primitivista. Stewart Brand, autor de “Catálogo completo sobre la Tierra”, afirma: “Ansiamos que ocurra un desastre o un cambio social que nos arroje a la Edad de Piedra, en donde podamos vivir como indígenas en nuestro valle, con nuestro territorio, nuestra  tecnología apropiada, nuestros jardines, nuestra propia religión. ¡Libres de culpa finalmente!”

Degeneración axiológica. Paul Watson, fundador de Greenpeace, afirma: “Tengo la impresión de que en lugar de salir a matar pájaros, yo saldría a matar a los niños que matan pájaros.”

Beligerancia patológica. Thomas Lovejoy, biólogo tropical, afirma: “El planeta está próximo a sufrir un colapso a causa de  fiebre. Sin duda ya lo ha sufrido, y nosotros, los seres humanos, somos la enfermedad. Debemos estar en guerra con nosotros mismos y nuestro estilo de vida.”

Prevención lúdica. Jonathan Schell, autor de “Nuestra frágil Tierra”, afirma: “Principalmente es necesario aprender a actuar decisivamente para prevenir posibles peligros, aun cuando sepamos que probablemente nunca ocurrirán.”

Permisible deshonestidad. Stephen Schneider, autor de la tesis según la cual el clorofluorcarbono está destruyendo el ozono de la atmósfera, afirma: “Tenemos que describir escenarios aterradores, hacer afirmaciones simples pero dramáticas, y no mencionar cualquier duda que tengamos. Cada uno de nosotros tiene que decidir cuál es el equilibrio correcto entre ser efectivo y ser honesto.”

Idiotismo deliberado. Helen Caldicott, pediatra australiana, miembro de la Asociación de Científicos Preocupados, afirma: “El capitalismo está destruyendo la tierra. Cuba es un país maravilloso. La obra de Fidel Castro es extraordinaria.”

Cretinismo licencioso. Carl Amery, político dedicado a promover el ecologismo irracional, afirma: “Nosotros, miembros del movimiento verde, luchamos por una cultura en la cual el asesinato de un bosque sea considerado más despreciable y más delictivo que venderle niñas de seis años a los prostíbulos asiáticos.”

Arrogancia simiesca. Paul Ehrlich, biólogo de la Universidad de Stanford, afirma: “En los Estados Unidos de América hemos tenido ya demasiado crecimiento económico. El crecimiento económico en países como  el nuestro es la enfermedad, no la curación.”

Regresión delirante. La institución ¡Tierra primero!, afirma: “Si los ambientalistas radicales tuvieran que inventar una enfermedad que logre que la humanidad vuelva a tener una vida sana, esa enfermedad sería probablemente el SIDA. Esta enfermedad tiene el poder de acabar con el industrialismo, que es la causa principal de la crisis ambiental.”

Post scriptum. En Guatemala hay organizaciones ecologistas que insinúan ser una jactanciosa síntesis dialéctica de todos los casos posibles de ecologismo irracional.