Si las primeras reacciones en el Congreso sirven de señales, el comisionado de la NFL Roger Goodell y el líder del sindicato de jugadores DeMaurice Smith se anotaron un gran éxito al acordar que en la liga se hagan pruebas de sangre para detectar la hormona de crecimiento humano.
Una de las razones por las que ambos impulsaron las pruebas era quitarse la presión de los políticos en Washington. Al parecer lo lograron, ya que el influyente demócrata californiano Henry Waxman se apuró a felicitar a los involucrados por un «gran avance en la campaña para liberar a los deportes de la plaga del dopaje».
Claro que, aun con una prueba sanguínea, las probabilidades de atrapar a alguien que usa la hormona son remotas. Un jugador que se someta a la prueba después de una práctica matutina tendría prácticamente que haberse inyectado antes del desayuno para arrojar un resultado positivo.
Pero un paso adelante es un paso adelante, incluso si al corto plazo es mayormente simbólico. Al momento en que Goodell y Smith firmaron el acuerdo ningún otro deporte importante tenía planeado hacer pruebas sanguíneas, aunque el béisbol ha estado haciendo pruebas de sangre al azar en las ligas menores desde hace cerca de un año.
Ahora, la NFL las tendrá desde el día que arranca la temporada, o al menos eso espera Goodell. Hay algunos detalles que aún deben aclararse, por ejemplo las preocupaciones de los jugadores sobre cómo se realizarán las pruebas, cuántas habrá y cómo funcionarán. Las normas que se establezcan determinarán la efectividad de las pruebas sanguíneas o si sólo serán un ardid de relaciones públicas.
Sin embargo, el hecho de que los atletas en el deporte más popular de Estados Unidos hayan acordado hacerse pruebas sanguíneas —no existe una prueba urinaria para la hormona— muestra lo avanzadas que están las pruebas antidopajes en los deportes organizados.
Quienes están encargados de eliminar el dopaje no están bailando de felicidad por el acuerdo. Ellos aún ven muchos posibles recovecos donde pueden esconderse quienes utilizan estas drogas.
Por lo pronto, sin embargo, aceptan la medida.
«Establecer una prueba es sin duda un ventaja para los atletas limpios», dijo Travis Tygart, director ejecutivo de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos. «Qué tan grande sea la ganancia será la siguiente pregunta, una vez que se hayan definido los detalles de cómo se implementarán las pruebas».
Goodell y Smith dieron poca información respecto a esos detalles cuando se reunieron en Canton, Ohio, el viernes para firmar el convenio colectivo de trabajo de 300 páginas que regirá los próximos 10 años de la actividad de la liga. Pero fue llamativo que Smith después dijera a la cadena NFL Network que las pruebas sanguíneas para detectar la hormona eran necesarias para la integridad del juego.
Ese es un cambio de actitud respecto de años pasados, cuando los sindicatos en los deportes más importantes casi instintivamente se resistían a hacer pruebas antidopaje por considerarlas una violación de los derechos de los jugadores. Recientemente, en cambio, una nueva generación de jugadores formados en la era de los esteroides han asumido el control y quienes están limpios han llegado a la conclusión de que no quieren jugar contra otros que se han fortalecido con la ayuda de la química moderna.
«No puedes tener una ventaja como ésa», dijo esta semana Jason Witten, representante de los jugadores de los Cowboys. «Debe existir algo que equilibre. Creo que hemos visto cómo en otros deportes les ha salido el tiro por la culata».
Desafortunadamente, las pruebas sanguíneas para detectar la hormona del crecimiento humano no son la panacea, aunque pueda parecer así. Hay algunos problemas: el más notable es que el lapso para atrapar a alguien que usa esa sustancia es muy limitado.
De hecho, para detectar a un jugador que usa la hormona, éste tendría que ser muy estúpido o muy desafortunado. La prueba puede detectar el uso de la hormona sólo dentro de las primeras 24 a 72 horas de que se haya extraído la sangre y las posibilidades de que eso ocurra en pruebas al azar serían muy pocas.
Sin embargo, las pruebas sanguíneas podrían servir para disuadir el uso de la sustancia prohibida, lo que en sí mismo es bueno. Y actualmente se está desarrollando otra prueba que podría ampliar la ventana de tiempo para detectar pruebas positivas a 10 días o más.