Prueba de fuego para la Unión de Europa


Oscar-Clemente-Marroquin

El triunfo del socialista francés, Francois Hollande, viene a poner en dura prueba al sistema de la Unión Europea porque su campaña la basó en la crítica a los programas de ajuste estructural que ha venido imponiendo la banca central de la región a los países de la zona Euro para corregir los efectos de la crisis financiera provocada, igual que en Estados Unidos, por la falta de regulaciones que permitió a los bancos y financieras jugar con los llamados activos tóxicos que surgieron con la burbuja de la especulación inmobiliaria.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


En otras palabras, la crisis europea que algunos quieren achacar a los gobiernos y a la existencia de programas sociales, es resultado de las imprudencias de los inversionistas y banqueros más que de un sistema que venía funcionando bien durante muchas décadas y que terminó tronando cuando el sector financiero entró en crisis. Y para pagar las acciones especulativas, ahora se obliga a los pueblos a reducir su nivel de vida por la disminución de satisfactores que estaban ya establecidos.
 
  Hollande triunfa porque su país se encuentra en precarias condiciones y porque los franceses se vieron afectados por la implementación de una brutal política de ajuste que les pasa factura a todos los que conforman desde la clase media para abajo. Lo mismo pasó en España con Rajoy, con la diferencia de que si Zapatero había aplicado duras medidas obligado por Bruselas y la banca central europea, el nuevo gobierno las multiplicó, provocando la convulsión social que ya se siente en ese país.
 
  El tema es que no se puede pretender que los errores y abusos cometidos por quienes se aprovechan de la falta de regulación y manipulan el mercado para obtener mayores ganancias, luego se obligue al pueblo a renunciar a derechos adquiridos para permitir el “ajuste” económico que los saque de la crisis. Como siempre, la pita se termina rompiendo por lo más delgado y por supuesto que los causantes del embrollo financiero mundial no tienen problema alguno mientras que el ciudadano común y corriente sufre la angustia del desempleo y la incapacidad para mantener su nivel de vida. Eso, por supuesto, tiene que tener un costo político importante y hasta ahora ya lo han pagado los políticos a los que el pueblo culpa de la crisis, pero ahora viene el momento en que, bajo la conducción de un socialista francés, se le presente una factura a la política que bajo el liderazgo de Alemania, ha venido castigando a muchos pueblos.
 
  Angela Merkel se ha presentado como la implacable ejecutora de las más draconianas medidas de ajuste y ha saludado el triunfo de Hollande con la advertencia de que no discutirá la reforma fiscal que ha castigado no sólo a franceses sino a casi todos los europeos. Ella tiene no sólo la experiencia sino además la ventaja de conducir al que posiblemente sea el país económicamente más sano de Europa, sino que representa al sector que culpa a los gobiernos por la crisis, sin reparar que si bien parte de la misma es por la deuda en algunos casos, la crisis general es consecuencia del desorden en el sector financiero y que el Estado ha sido eficaz y competente para salvar de la quiebra a las grandes empresas a las que ha tendido la mano con ayudas, pero no tiene la misma compasión con la gente cuando se trata de los ajustes que le cuestan empleo y bienestar a la gente.
 
  La Unión Europea parece una institución sólida e irreversible, pero esta crisis tiene tan magnitud, al punto de que ya la ven como depresión y no como recesión, que puede tener un largo coletazo.