Decenas de personas sin hogar recibieron el 2007 en tiendas de campaña colocadas en el corazón de París, donde la escandalosa falta de viviendas dignas ha provocado una protesta inesperada que obligó al mandatario Jacques Chirac a exigir que la cuestión sea prioritaria en la próxima campaña presidencial.
Carísimas, escasas y diminutas, las viviendas en París son objeto de una especulación desenfrenada y se han convertido en un producto de lujo al que muchos ciudadanos no tienen derecho.
Este drama ocupa desde hace días las primeras páginas de la prensa francesa, provoca reacciones de políticos de derecha e izquierda y promete ocupar un lugar central en la campaña electoral.
En sus deseos para el 2007, el presidente Jacques Chirac exigió al gobierno que dé una respuesta a esta crisis, recordó que el derecho de todo ciudadano a una vivienda debe ser una realidad y pidió que en caso contrario se reconozca la posibilidad de los franceses de recurrir a un tribunal para exigirlo.
Hace varios días, tres asociaciones ocuparon un edificio vacío de mil metros cuadrados en el centro financiero de París, instalaron a varias familias sin hogar y el lunes, 1 de enero, establecieron simbólicamente en él la sede del «ministerio de la Crisis del alojamiento».
El lugar pertenece a un banco pero está totalmente desocupado desde hace tres años y según informaciones divulgadas el martes por sus propietarios legales va a ser vendido en breve.
«Queremos que la cuestión de la falta de viviendas ocupe un lugar central en el debate electoral», declararon los responsables de estas organizaciones.
En un barrio burgués cercano, a orillas del canal Saint Martin, que sirvió como decorado para la famosa película «Amelie», decenas de pequeñas tiendas de campaña color burdeos perfectamente alineadas resisten al frío y la lluvia desde mediados de diciembre.
Una asociación bautizada «Los hijos de Don Quijote», fundada por tres hermanos, consiguió un apoyo inesperado, logró atraer la atención del país entero e hizo que otras ciudades francesas imitaran su iniciativa.
Apolíticos pero deseosos de transmitir este desesperado «grito ciudadano», estos herederos del caballero andante de La Mancha lograron que la mayoría de las autoridades francesas firmara una petición en favor de medidas urgentes, como la expropiación de edificios deshabitados o la instalación de familias sin hogar en alojamientos medianamente dignos.
«Queremos participar en la campaña electoral y hacer que el gobierno se comprometa de manera irreversible con el derecho al alojamiento», anunciaron «Los hijos de Don Quijote».
Según diversas asociaciones, en Francia hay tres millones de ciudadanos que tienen un problema grave de vivienda. Entre ellos, un millón no dispone de un lugar donde cobijarse y sobrevive de la caridad de amigos o asociaciones humanitarias y 100.000 se han instalado directamente en la calle.
Son los SDF, como se les conoce en Francia, es decir las personas Sin Domicilio Fijo. Pese a lo que pueda parecer, una parte de ellas trabaja pero con un salario que no basta para pagar los exorbitantes alquileres. Es el lado oculto de un país símbolo de los derechos humanos que se vanaglorió durante años de su modelo de inclusión social.
Además de las palabras de Chirac, el gobierno francés, presionado por las imágenes de estas tiendas de campaña, anunció en estos días un paquete de ayuda de emergencia de 70 millones de euros (1 euro: 1,3 dólares) para las personas sin hogar.
Estas medidas son un gesto «positivo pero insuficiente» para estas asociaciones, que pretenden «resistir» en estas protestas hasta la primera vuelta de las elecciones de abril.
«El gobierno debería haber reaccionado antes. Me levanto todos los días a las cuatro de la mañana para trabajar, gano 1.200 euros como agente de seguridad y me piden 700 por un alquiler, además de un garante y un adelanto de dos meses. Es imposible», resume en pocas palabras uno de los habitantes de estas tiendas de campaña del Canal Saint Martin.