Pros y contras de las instituciones (II)


De la misma forma que el Parlamento Europeo evolucionó, se transformó al punto de ser el principal motor del desarrollo económico, social y polí­tico del continente europeo, el Parlamento Centroamericano no debe continuar estático, los estados que lo integran están en la obligación de desarrollarlo, para el efecto deben dotarlo de iniciativa de ley en todos los aspectos supranacionales como región.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Los foros de presidentes y vicepresidentes deben trasladar obligatoriamente al Parlacen sus iniciativas y propuestas a efecto que las mismas se analicen, discutan y conviertan en leyes para la integración centroamericana.

 

El Parlacen debe aprobar los presupuestos, las ejecuciones presupuestarias de los organismos de integración e incluso proponer o sancionar el nombramiento de quienes dirigen dichas entidades. Hay paí­ses del área centroamericana que sin integrarse al Parlacen han sabido sacar múltiples beneficios de la integración y ante todo de los aportes y donaciones que se hacen por terceros para el efecto.

 

El Parlacen debe de tener la facultad legal de fiscalizar los gastos y comportamiento de la Secretarí­a de Integración Económica Centroamericana, SIECA, del Sistema de Integración Centroamericana, SICA; especialmente de las donaciones y aportaciones que se hacen a nivel de región por la Comunidad Europea, Japón, Estados Unidos y otros paí­ses, y así­ evitar que de la noche a la mañana, especialmente en el mes de diciembre, determinadas Organizaciones No Gubernamentales o fundaciones salgan beneficiadas de forma millonaria por esos recursos como ha sucedido e increí­blemente no se informa.

 

Si no se quiere el desarrollo institucional de la región centroamericana, de los paí­ses que se han incorporado a esta región como es República Dominicana, podemos retroceder, disolver o destruir todos los organismos de integración.

 

Retroceder es fácil. No es lo mismo construir un puente o construir un canal, eso lleva muchos años de planificación, de preparación del recurso humano, de desarrollo institucional; por el contrario, destruirlos lleva muy poco tiempo, basta saber colocar los explosivos en los lugares apropiados, prenderles fuego y después recoger los escombros.

 

La diferencia entre un estadista y uno que no lo es, es la visión que cada uno tiene. El que no es estadista mira sólo el momento, el corto plazo; el estadista mira el presente y ante todo mira el futuro.

 

Son muchas las entidades y estructuras que debemos modernizar, ya en alguna otra opinión he manifestado que el cuerpo diplomático de Guatemala y de los paí­ses que integran la región debe de transformarse.

 

De qué nos sirven embajadores en Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador si no se obtiene prácticamente ningún resultado. ¿Por qué no podemos tener, como lo tiene Finlandia, para esos paí­ses un embajador itinerante que cada seis meses, saliendo de Guatemala visite las sedes fí­sicas, consulares y diplomáticas que tengamos en esos paí­ses? ¿De qué sirve un embajador que lleva 20 años continuos viviendo en el exterior, que no sabe la realidad del paí­s y que sus hijos son guatemaltecos sólo de nombre? Nuestro sistema diplomático debe obligatoriamente regresar cada cuatro años a la Cancillerí­a a esos embajadores para que permanezcan trabajando en Guatemala por lo menos dos años. ¿Por qué no pensar en crear embajadas centroamericanas en los paí­ses de menos movimiento?, ¿por qué no crear una escuela diplomática, una escuela de formación de oficiales de policí­a a nivel regional?