El 7 de junio de 2005, como es de conocimiento público, 45 conocidos ciudadanos fundaron «la Asociación Civil ProReforma del Estado» (ProReforma) con la pretensión, según indican: «de establecer un genuino Estado de Derecho mediante una reforma a la Constitución por enmienda sin convocatoria a una Asamblea Constituyente».
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Su movimiento, indudablemente muy bien financiado, obtuvo por diferentes métodos que aproximadamente 77 mil personas, consciente o inconscientemente, firmaran listas que se adherían a la propuesta de reforma.
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Como lo establece la Constitución Política, plantearlo es su derecho de petición: «Los habitantes de la República de Guatemala tienen derecho a dirigir, individual o colectivamente, peticiones a la autoridad, la que está obligada a tramitarlas y deberá resolverlas conforme a la Ley».
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Al ser su petición una propuesta de reforma a la Constitución vigente y habiéndola planteado con las formalidades que establece y requiere el artículo 277: «Tiene iniciativa para promover reformas a la Constitución: d): «el pueblo mediante petición dirigida al Congreso de la República, por no menos de 5 mil ciudadanos debidamente empadronados por el Registro de Ciudadanos». Así mismo, en aplicación al párrafo final del artículo citado, «el Congreso de la República debe de ocuparse sin demora alguna del asunto planteado», lo cual el Congreso de la República respetó y siguiendo los procedimientos parlamentarios trasladó a la comisión respectiva, presidida por el diputado Oliverio García Rodas, quien durante un período prudencial abrió el espacio para que opinaran respecto a dicho proyecto numerosas entidades que se apersonaron, de las cuales, más del 90 lo hizo en contra de la propuesta.
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En base a lo anterior y al criterio constitucional de la comisión, se elevará al pleno un dictamen negativo, lo cual implica que el Pleno respetará y votará desechando la solicitud, ya que sería improcedente convocar a una consulta popular para ratificar o rechazar dicha reforma que no obtuvo respaldo de opiniones suficientes y más graves aún, es antidemocrática.
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Ante la derrota y rechazo de la susodicha propuesta que no es más que pretender una Constitución liberal a ultranza, basada en los conceptos de un pensador austríaco, varios columnistas, especialmente los nueve que son miembros fundadores de ProReforma, están tratando de hacer las de Jalisco: «Que nunca pierde y si pierde arrebata» e imponer la consulta, lo cual es improcedente y significaría gastar más de Q150 millones sólo para darles gusto.
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¿Es correcto, que después de haberse agotado los trámites legislativos se pretenda obligar a que a pesar que la mayoría de quienes opinaron fuera de forma negativa, 45 conocidos ciudadanos y quienes confiaron en ellos y les dieron su firma, obliguen a éste gasto improcedente para consultar sus personales criterios? Sin duda alguna, la respuesta debe ser No. Una cosa es, como dijo Franí§ois Marie Arouet, más conocido como Voltaire: «No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo» y otra es querer hacer las cosas a puro tubo. No comprenderlo no contribuye ni al sistema democrático, ni a la reputación de quienes fundaron e integran la Asociación ProReforma del Estado que planteó y legalmente perdió.