Propongo crear muchos más impuestos


Los guatemaltecos pagamos impuestos sobre los bienes que consumimos, el capital que invertimos, el dinero que ganamos y las casas que tenemos. Y pagamos impuestos sobre el derecho de transportarnos en nuestros vehí­culos, y sobre la distribución de combustibles, de cemento y de “bebidas alcohólicas destiladas, cervezas y otras bebidas fermentadas”. Y pagamos impuestos adicionales sobre los bienes que importamos; por ejemplo, “materias primas”, “bienes intermedios”, y “bienes finales”. El valor anual de los impuestos que pagamos quizá equivale sólo a 30 mil millones de quetzales. Empero, somos ingratos. Somos impiadosos. Somos crueles. Debemos pagar una mayor cantidad de impuestos. Debemos pagarlos para lograr, con más eficacia, urgentes y excelsas finalidades del Estado.

Luis Enrique Pérez

He aquí­ algunos ejemplos de esas excelsas finalidades: otorgarle un incremento salarial, o un salario extraordinario, o una indemnización laboral, a magistrados del Organismo Judicial; incrementar la cantidad de dinero de la cual pueda disponer el Organismo Legislativo para que los diputados coman, beban y viajen, contraten más asesores y secretarias, y financien sus actividades polí­ticas; y aumentar la cantidad de dinero que los funcionarios del Organismo Ejecutivo pueden depositar en cuentas bancarias para devengar intereses. Agréganse estas otras excelsas finalidades: pagarle más dinero a instituciones internacionales para ejecutar obras nacionales; crear más viceministerios; expandir la burocracia; asignar más dinero para la infatigable actividad turí­stica internacional del Presidente de la República; indemnizar a ví­ctimas ficticias de la época de la subversión armada, y financiar codiciosos pactos colectivos de la burocracia sindicalizada.

Ya no más ingratitud. Ya no más impiedad. Ya no más crueldad. Paguemos más impuestos. Pagarlos debe ser un imperativo categórico; es decir, un deber ser absoluto, ansioso de un sacrificio incondicional. Propongo que los diputados, animados de un fogoso patriotismo, inspirados por un irresistible ideal de bien común, y afanados en demostrar que son providenciales benefactores populares, decreten nuevos impuestos. Es posible decretarlos, porque todaví­a hay actos, atributos o bienes de los ciudadanos, que no han sido sujeto de algún impuesto, y que impacientemente esperan serlo.

Propongo crear, por ejemplo, impuestos sobre celebración de ceremonias matrimoniales; propiedad de bienes animales; distribución de legumbres; compra y venta de materias primas; vacas destazadas, toros castrados, caballos paridos, yeguas montadas y garrobos cazados; fallecimiento de familiares próximos; contratación de trabajadores y salarios pagados. También propongo crear impuestos sobre el dinero que cobran secuestradores y pandilleros extorsionistas.

Esos nuevos impuestos contribuirí­an a lograr, con mayor esplendor social, aquéllas excelsas finalidades; pero provocarí­an insospechados beneficios adicionales. Por ejemplo, se fomentarí­a el matrimonio, la propiedad de animales, la distribución de legumbres, el consumo de materias primas, el destazar vacas, el castrar toros, el parir caballos, el montar yeguas y el cazar garrobos. O se fomentarí­a la demanda de muerte de familiares próximos. O se fomentarí­a la contratación de trabajadores y el aumento de salarios. Y secuestradores y extorsionistas estarí­an incluidos en la base tributaria de la nación…

Post scriptum. Y habrí­a implacable investigación criminal oficial, celestial administración oficial de justicia e inaudita seguridad pública.