Los guatemaltecos pagamos impuestos sobre los bienes que consumimos, el capital que invertimos, el dinero que ganamos y las casas que tenemos. Y pagamos impuestos sobre el derecho de transportarnos en nuestros vehículos, y sobre la distribución de combustibles, de cemento y de “bebidas alcohólicas destiladas, cervezas y otras bebidas fermentadasâ€. Y pagamos impuestos adicionales sobre los bienes que importamos; por ejemplo, “materias primasâ€, “bienes intermediosâ€, y “bienes finalesâ€. El valor anual de los impuestos que pagamos quizá equivale sólo a 30 mil millones de quetzales. Empero, somos ingratos. Somos impiadosos. Somos crueles. Debemos pagar una mayor cantidad de impuestos. Debemos pagarlos para lograr, con más eficacia, urgentes y excelsas finalidades del Estado.
He aquí algunos ejemplos de esas excelsas finalidades: otorgarle un incremento salarial, o un salario extraordinario, o una indemnización laboral, a magistrados del Organismo Judicial; incrementar la cantidad de dinero de la cual pueda disponer el Organismo Legislativo para que los diputados coman, beban y viajen, contraten más asesores y secretarias, y financien sus actividades políticas; y aumentar la cantidad de dinero que los funcionarios del Organismo Ejecutivo pueden depositar en cuentas bancarias para devengar intereses. Agréganse estas otras excelsas finalidades: pagarle más dinero a instituciones internacionales para ejecutar obras nacionales; crear más viceministerios; expandir la burocracia; asignar más dinero para la infatigable actividad turística internacional del Presidente de la República; indemnizar a víctimas ficticias de la época de la subversión armada, y financiar codiciosos pactos colectivos de la burocracia sindicalizada.
Ya no más ingratitud. Ya no más impiedad. Ya no más crueldad. Paguemos más impuestos. Pagarlos debe ser un imperativo categórico; es decir, un deber ser absoluto, ansioso de un sacrificio incondicional. Propongo que los diputados, animados de un fogoso patriotismo, inspirados por un irresistible ideal de bien común, y afanados en demostrar que son providenciales benefactores populares, decreten nuevos impuestos. Es posible decretarlos, porque todavía hay actos, atributos o bienes de los ciudadanos, que no han sido sujeto de algún impuesto, y que impacientemente esperan serlo.
Propongo crear, por ejemplo, impuestos sobre celebración de ceremonias matrimoniales; propiedad de bienes animales; distribución de legumbres; compra y venta de materias primas; vacas destazadas, toros castrados, caballos paridos, yeguas montadas y garrobos cazados; fallecimiento de familiares próximos; contratación de trabajadores y salarios pagados. También propongo crear impuestos sobre el dinero que cobran secuestradores y pandilleros extorsionistas.
Esos nuevos impuestos contribuirían a lograr, con mayor esplendor social, aquéllas excelsas finalidades; pero provocarían insospechados beneficios adicionales. Por ejemplo, se fomentaría el matrimonio, la propiedad de animales, la distribución de legumbres, el consumo de materias primas, el destazar vacas, el castrar toros, el parir caballos, el montar yeguas y el cazar garrobos. O se fomentaría la demanda de muerte de familiares próximos. O se fomentaría la contratación de trabajadores y el aumento de salarios. Y secuestradores y extorsionistas estarían incluidos en la base tributaria de la nación…
Post scriptum. Y habría implacable investigación criminal oficial, celestial administración oficial de justicia e inaudita seguridad pública.