Si no fuera por la seriedad que exige este delicado asunto, me atrevería a aseverar que ni siquiera en los concursos de reinas de belleza de ferias patronales, son tan variadas las personas que se disputan en primera instancia el privilegio de aspirar a Fiscal General y Jefe del Ministerio Público.
No tengo la fortuna de conocer personalmente a todos/as los/as penalistas que se interesan en aposentarse en el ampuloso edificio de Gerona, menos estar enterado de sus capacidades, habilidades, experiencias y otras características que exige el cargo; pero entre quienes he tenido algún vínculo amistoso, menciono a Édgar Abel López Sosa, Julio César Rivera Clavería, Danilo Roca Barillas y Acisclo Valladares Molina, citados en orden alfabético.
Con López Sosa nos conocemos desde hace muchos años y hemos sido compañeros de brega en determinadas jornadas de convivencia fraterna y sé de su formación humanista y franca camaradería. Ya es de edad madura, pero aún con mucha vitalidad y suficiente experiencia profesional, y aunque la mayor parte de sus actividades las ha dedicado al ejercicio privado en calidad de litigante, también ha sido magistrado de Sala de Apelaciones.
Con Rivera Clavería hemos mantenido una superficial, pero constante amistad, también desde que éramos jóvenes porque coincidíamos en pensamiento ideológico, aunque él es de tendencia más hacia el centro. Es un abogado inteligente, versado en el Derecho Penal, y por eso ha desempeñado cargos públicos ligados a esa especialidad, además de ser de recio carácter que no se deja amilanar ni por sus superiores o presiones extrañas.
Respecto a Roca Barillas, nunca fuimos amigos, precisamente, y durante los últimos lustros ni siquiera nos hemos visto desde lejos porque no frecuentamos los mismos círculos, sobre todo porque yo estoy alejado de actividades sociales, académicas y hasta de rituales fúnebres. Nos conocemos por haber participado en movimientos juveniles de inclinación progresista, antes de que se convirtiera en exitoso empresario.
Y con Valladares Molina circunstancias coyunturales nos colocaron en las cercanías de la amistad, mas son evidentes las diferencias sociales entre ambos, porque es difícil que coincida un personaje de su alcurnia, heredero de una familia criolla de abolengo, con un aldeano advenedizo de notoria conducta rústica; pero, incluso, aunque hace meses nos enfrascamos en una disputa mediática que yo disfruté por los argumentos que esgrimió contra mí, respeto y admiro su talento de jurista.
En lo que atañe a las abogadas, sin emitir juicios de valor respecto a sus habilidades y aptitudes, no tengo el placer de haber conversado alguna vez con ninguna de ellas; pero si me pusieran a escoger entre las más atractivas no vacilaría por sugerir a la sonriente Aura Marina López Cifuentes, ateniéndome al simpático rostro que figura en los diarios impresos, si fuese certamen de misses.
(El güizache Romualdo Tishudo agrega de su cosecha que en el área de la presencia física, entre los candidatos varones sobran los malencarados para elegir un rey feo del MP).