No todas las noticias son malas. Y yo, en mi calidad de columnista, no debo abordar necesaria y críticamente variedad de asuntos relacionados con la multiplicidad de problemas que afrontamos los guatemaltecos, y de ahí que esta vez resumiré apretadamente las ejecutorias de un amigo y compañero en las páginas de Opinión de La Hora, a sabiendas que no es posible dar a conocer la abundancia de su producción literaria en su faceta de dramaturgo.
Se trata del veterano autor de la columna “Desde mi butaca”, el modesto J. Antonio García Urrea, con quien solemos encontrarnos en las sedes de la APG y el Instituto de Previsión Social del Periodista.
Ocurre que a sus 91 años Tonito fue objeto de un más que merecido homenaje en el teatro de la Universidad Popular, la tarde/noche del pasado jueves, de parte de la Asociación Nacional de Autores y Técnicos de Teatro, y a instancia del primer actor Manuel Lizandro Chávez, contando con la simpatía de quienes somos aficionados a la desamparada actividad teatral guatemalteca en su real género artístico, sin desdeñar a las obras de carácter jocoso y comercial.
Como no pretendo dar a conocer la abundancia de la creatividad de García Urrea en el campo de la dramaturgia y no siendo versado en la materia, me dedico a resaltar que tiene en su haber más de 90 obras de uno, dos o tres actos, algunas de las cuales las escribió justamente el mismo año en que se inició en el periodismo, el ya muy lejano 1933, aprovechando que su padre, don Jorge A. García Barreda, era propietario de una imprenta en la que publicaba un periódico quincenal y una revista de corte religioso denominada “Cristo Rey”, con informaciones de actividades católicas..
Conjuntamente con su hermano Carlos, de gratos recuerdos, en esa misma década incursionaron en la comunicación colectiva noticiosa, especialmente en el radioperiodismo, de tal manera que Tonito casi cumplió 50 años laborando de reportero en el noticiero Guatemala Flash, que bajo la dirección del también añorado Ramiro Mac Donald Blanco, acaparaba la atención de los radioescuchas, tanto por la información divulgada como por su valiente línea editorial, hasta que fue silenciado.
J. Antonio García Urrea fue reportero redactor de la revista La Hora Dominical, conducida por otro maestro del periodismo, Óscar Marroquín Rojas, y fue columnista en El Gráfico, La Nación y Prensa Libre y ahora lo es de este vespertino. Fundó y presidió la Asociación de Redactores de Actividades Culturales y simultáneamente siguió escribiendo obras de teatro, de suerte que es el dramaturgo guatemalteco en vida con la más abundante producción. En 1955 se le otorgó el Premio Único Centroamericano de Teatro y en estos días está escribiendo una pieza teatral denominada El Cornúpeto.
Dignifica mucho a los actores Chávez y Carlos Izquierdo, presidente a la Asociación mencionada, el homenaje al maestro García Urrea, a quien le reitero mi cariño, respeto y admiración.
(El bohemio actor Romualdo Tishudo, en una de sus farras, se excusa ante su abstemio director teatral: –Sí; yo sé que es bueno dejar el trago… lo malo no es acordarse dónde).