Lilian Fernández Hall
Hace pocos días, se difundió en el mundo de habla hispana la noticia de que el gobierno de Nicaragua, a través del Instituto Nicaragí¼ense de Cultura, había impuesto su veto a Sergio Ramírez como prologuista de la antología del poeta nicaragí¼ense Carlos Martínez Rivas (1924-1998), que el periódico madrileño El País tenía previsto publicar en mayo del 2009. Esta antología formaba parte de la serie que El País, en colaboración con la editorial Santillana, viene publicando desde noviembre de este año, y que está dedicada a los grandes poetas en lengua española del siglo XX.
El Instituto Nicaragí¼ense de Cultura (que posee los derechos de publicación de Martínez Rivas), adujo como razón para el veto la supuesta voluntad del poeta de que el estudio de su obra lo llevara a cabo únicamente el escritor Pablo Centeno Gómez. La falsedad de este postulado quedó revelada cuando el mismo Centeno Gómez lo desmintió rotundamente: «Carlos Martínez Rivas no designó, en vida, particularmente a nadie para que se ocupara del estudio y la publicación de su obra» (El País,09/12/2008), ofreciendo además su apoyo a Sergio Ramírez, a quien considera un digno prologista de la obra de Martínez Rivas.
Las reacciones ante la actitud del gobierno nicaragí¼ense no se han hecho esperar: por un lado, el periódico El País ha decidido cancelar la publicación de la antología, por considerar inaceptable el veto impuesto por el Instituto Nicaragí¼ense de Cultura. Por otro lado, más de 200 escritores, artistas y personalidades del mundo cultural español y latinoamericano se han solidarizado con Sergio Ramírez a través de un manifiesto de protesta «ante un acto de censura oficial». Entre los firmantes se encuentran Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez, Gioconda Belli, Angeles Mastretta, Fernando Savater, Carlos Monsiváis, Luisa Valenzuela, Jorge Volpi y otros. El propio Sergio Ramírez (Managua, 1942) está convencido de que el veto es una «represalia por sus opiniones». Ramírez, vicepresidente del Primer gobierno sandinista entre 1984 y 1990 (del cual Daniel Ortega fue presidente), abandonó el Frente Sandinista en 1995 por discrepancias con el mismo Ortega y fundó luego el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS). En la actualidad, Ramírez está retirado de la vida política de su país pero es muy activo como escritor, ensayista, conferencista y escritor de blog.
No acabábamos de recuperarnos del asombro producido por este típico ejemplo de los atropellos a los que muchos ciudadanos centroamericanos son sometidos, cuando llega a nuestro conocimiento, a través del artículo del escritor Jaime Barrios Carrillo, la situación del editor guatemalteco Raúl Figueroa Sarti, víctima de un presunto intento de extorsión con apoyo jurídico. Figueroa Sarti, quien además de ser fundador y director del sello editorial F&G Editores -uno de los más destacados del país y de América Central-, es presidente de la Gremial de Editores de Guatemala e impulsor de la Feria Internacional del Libro de Guatemala (FILGUA), tiene pendiente una acusación por haber cometido el «delito» de publicar una foto como portada de uno de los libros de su editorial, con previo permiso del fotógrafo. ¿Suena incomprensible? ¿Cuál es el «delito»?
La historia, comprimida, es la siguiente: el «fotógrafo» de marras, que no es fotógrafo profesional pero sí empleado en los Tribunales de Guatemala, aceptó verbalmente (en el 2006) que Figueroa Sarti utilizara una de sus fotos para la portada de un libro de F&G Editores. Una vez publicado el libro, el «artista» recibió a vuelta de correo una serie de ejemplares del mismo, recibo que quedó documentado. El día de la presentación, recibe otro ejemplar del libro, esta vez autografiado por el autor. Sorprendentemente, a principios de este año, el «fotógrafo» y empleado de Tribunales realizó una denuncia donde acusa a Figueroa Sarti por la publicación de la foto, aduciendo que se había realizado sin su permiso y que él mismo se había enterado de ello luego de ver el libro en una librería. Como compensación, exigía la suma de 60 mil quetzales. Cuando de parte de la editorial se le recordó el recibo firmado por los ejemplares enviados, el «fotógrafo» recuperó la memoria y reconoció haber dado su consentimiento. A pesar de ello, el fiscal del Ministerio Público dio curso a la denuncia. Figueroa Sarti fue llamado a declarar y el Juez decidió otorgarle al fiscal, a pesar de lo absurdo de la denuncia, un plazo de seis meses para investigar la veracidad de la misma. A Figueroa Sarti se le impuso arresto domiciliario y el inicio de una enervante espera. Según el abogado del «fotógrafo», el «delito» de Figueroa Sarti tiene una pena de cinco años de cárcel y una multa de 50 mil a medio millón de quetzales.
Raúl Figueroa Sarti vive normalmente entre Ciudad de Guatemala y Nueva York. Sus períodos en la ciudad norteamericana tienen motivos tanto personales (su esposa, la investigadora Virginia Sanford, es oriunda de esa ciudad, y allí vive su familia) como profesionales: las ventas en los Estados Unidos son esenciales para una editorial como F&G Editores. Por otra parte, como presidente de la Gremial de Editores y de la Feria Internacional del Libro de Guatemala, Figueroa Sarti debe recorrer, como parte de su trabajo, distintas Ferias del Libro o reuniones en distintas ciudades de los Estados Unidos, Europa y América Latina (como la reciente Feria del Libro de Guadalajara en México o el próximo Salón del Libro de Gijón, España, del cual F&G Editores es impulsora). La forzosa estadía en Guatemala -además de la tensión de no saber el desenlace de este proceso a todas luces irregular-, significa para Raúl Figueroa Sarti un impedimento para realizar su trabajo y una pérdida económica considerable.
Dos ejemplos en los cuales, ya sea por la prepotencia de los dirigentes o por la impunidad reinante en el ámbito judicial, dos intelectuales centroamericanos deben luchar para poder realizar un trabajo (literatura, ensayo y periodismo el uno, industria editorial el otro) que, menos que en ganancia personal redunda en beneficio de todo un país. Países que, esperamos, en el futuro se mencionen más para resaltar sus logros y los éxitos de sus habitantes, que por la mezquindad de sus dirigentes o la ineficacia de sus instituciones.