En Guatemala la muerte prematura de los partidos políticos es parte de un proceso natural que se explica por su carácter de agrupaciones formadas alrededor de caudillismos efímeros. Sea porque el caudillo alcanza el poder o porque fracasa en su empeño, al poco tiempo las llamadas entidades de derecho público principian a repetir el descalabro que ha sido característico de sus predecesoras y ahora toca el turno a la Unidad Nacional de la Esperanza, parte de cuya dirigencia renunció ayer aún antes esperar a la segunda vuelta electoral, evidenciando fisuras que tendrán su efecto en la elección de noviembre.
Ya en La Hora habíamos advertido que la UNE tenía dos facciones en pugna y que las mismas eran dirigidas por Sandra Torres, la primera, y por los hermanos Gustavo y Roberto Alejos la segunda. Durante estos cuatro años la influencia de la señora Torres fue enorme porque fue ella quien se encargó de nutrir de recursos al partido mediante los llamados programas sociales del gobierno que fueron la plataforma de su propia candidatura presidencial y se sabe que el poderío de los Alejos está en la parte financiera y que eso es lo que les proporciona fuerza ahora y para los próximos años.
Ahora la UNE queda como un partido grande, con estructura en prácticamente todo el país, que está a punto de recorrer el camino que dejó trazado el FRG luego de la derrota de Ríos Montt en las elecciones de 2003, es decir, con algunos fuertes cacicazgos en el interior del país, pero que generan urticaria entre el capital tradicional y el emergente porque tienen más cola que un barrilete en noviembre. Y como corolario, en esta elección se la jugaron apoyando a quien es su principal competidor natural, por lo que si de alguna manera el aparato se debilita con estas renuncias y se comprometen las posibilidades de Baldizón, será la misma UNE la que habrá creado al monstruo que se encargará de derrotarlos dentro de cuatro años.
No podemos negar que la señora Torres es tenaz y trabajadora para luchar por lo que se propone, pero hay que cuestionar seriamente su criterio político porque el empecinamiento en una candidatura inconstitucional anuló cualquier posibilidad de posicionar al partido para cuando el impedimento dejara de ser importante y la forma en que movilizó las piezas en el tablero de ajedrez luego de haber quedado fuera de la contienda, evidencia que puede más el hígado que el cerebro en el proceso de tomar decisiones, lo cual es funesto para cualquier dirigente político y la historia está demostrando que un liderazgo basado en acciones despóticas en busca de apoyos incondicionales, termina siendo efímero.
Minutero
Tenemos fuerzas armadas
que están bien entrenadas
repartiendo la comida
de la campaña fallida