Proceso en marcha



Está en marcha el proceso electoral luego de la convocatoria realizada por el Tribunal Supremo Electoral para que los ciudadanos guatemaltecos empadronados acudan a las urnas a emitir su sufragio el dí­a 9 de septiembre. En 119 dí­as tendremos que elegir entre los candidatos, legalmente inscritos, quiénes han de ocupar los cargos de presidente y vicepresidente de la República, de diputados al Congreso, a todos los miembros de las corporaciones municipales, incluyendo alcaldes y a los diputados del Parlamento Centroamericano.

Fuera de la elección del Parlacen, todas las demás son cruciales para el futuro del paí­s y tenemos cuatro meses para evaluar la propuesta de los aspirantes. Si bien es cierto que la campaña arrancó anticipadamente, como ha ocurrido siempre y en todos los procesos electorales previos a éste, es a partir de ahora que los candidatos tienen que centrar su mensaje en la búsqueda de los votos necesarios para lograr el triunfo. Y es, además, a partir de ahora que los ciudadanos tenemos que poner atención en cada una de las palabras, de los gestos y movimientos que hagan los candidatos para determinar cuál es la propuesta más positiva y acorde con nuestra visión de paí­s.

En el campo ideológico se trata de una elección más bien chata, puesto que todos los candidatos con posibilidades están ubicados del centro a la derecha y las diferencias en cuanto a la propuesta en materia de polí­tica económica y social es demasiado sutil. Es por ello que al final de cuentas terminan siendo los estilos los que más cuentan, porque no hay grandes diferencias en cuanto a los planes de gobierno. Todos dirán que promoverán seguridad, combatirán la pobreza generando empleo y que han de estimular la inversión mediante la aplicación de reglas claras. Cómo lo piensan hacer es generalmente el tema que mantienen como asignatura pendiente, porque una cosa es expresar intenciones y otra muy distinta es asumir compromisos exigibles en cuanto a la forma de implementar los planes.

Al no existir los matices ideológicos, es natural que estemos frente a una elección en la que resultan determinantes factores emocionales más que polí­ticos. La simpatí­a, el atractivo personal de los candidatos, su discurso y hasta el lenguaje corporal se convierten en piezas clave de la elección, porque es, a la larga, lo único que marca algunas diferencias entre las aspiraciones que se ofrecen.

Y un tema decisivo será el del papel que pueda jugar el Tribunal Supremo Electoral como rector del proceso, puesto que ha evidenciado debilidades estructurales y conceptuales que pueden dar al traste con el esfuerzo por consolidar un sistema democrático en el paí­s. Ojalá que los magistrados actúen con sentido patriótico y que se esmeren por lograr una elección transparente, sin manchas provocadas por apagones o cosas por el estilo, para que el pueblo pueda realmente elegir.