Problemática permanente


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Anochecemos en medio de sucesos críticos de gran magnitud y amanecemos en similares o peores circunstancias. Esto implica, ni más ni menos una constante elevada hasta la enésima potencia, que mantiene a la población con signos evidentes de pesadumbre, y gigantesca preocupación. También añadimos angustia, desesperación y un estado de ánimo bajísimo.

Juan de Dios Rojas


Cada vez suceden casos y cosas que superan cualquier grado de alarma, no vista antes. El país es sacudido a diario por fuerzas malévolas, inclusive colman hechos de verdad, indicadores totalmente oscuros; parten el alma, accionan al instante fugaz el asombro en grado superlativo, a extremo de mayor pánico, la evidente crueldad presente sin duda alguna.

Los calificativos resultan difíciles de recibir terminología, capaces de salirse por la tangente. Dejan todos un sabor amargo en la boca y nebulizan totalmente tales obras inhumanas y salvajes; ajenos al perfil del guatemalteco nato de hace unos años atrás, que vivieron diversas generaciones de connacionales, ahora en actitud de añoranzas semidiluídas de verdad.

Un pintoresco personaje de la farándula, calidad histriónica, a menudo y como reacción natural tras sucesos de índole delincuencial, solía decir así: ¡qué nos pasa! con mucho énfasis. A manera de no soslayar tal o cual notición contrario era a fin de ejemplificar en definitiva esos renglones inhumanos, torcidos a todas luces en el panorama actualmente con otro rostro.

Las muertes, asesinatos, secuestros bárbaros, peor aún las horripilantes descuartizaciones en donde menos se imagina, la vorágine se ensaña con forma inaudita. No existe consideración alguna, si la delincuencia y ensañamiento avanzan terriblemente, al cometerse toda clase de homicidios de niñas y niños de corta edad. La barbarie continúa sin ponerle un hasta aquí.

Sin temor a dudas las hordas salvajes demuestran a las claras no terminar en tal horripilante actitud de bajeza moral, sin Dios y sin ley. Impera por consiguiente, la ley de la selva con absoluta libertad. La seguridad, promesa a la vanguardia del gobernante, que alimenta esperanzas en el conglomerado como oferta de campaña, dista de tener cumplimento por lo visto.

Causa una dosis aguda y desquiciante en la mayoría, observar armas ofensivas hasta de grueso calibre, como magnitud de terror en manos de muchas personas para fines aviesos. Que ni siquiera les viene guango mostrarles con total desvergüenza en la calle, o dentro de su vehículo de puertas abiertas. Ese ambiente que ahora persiste es su tarjeta de presentación.

Dicho comportamiento anómalo, a todo lo largo y ancho poblacional en términos generales del colectivo nacional, evidencia cambio absoluto de la personalidad. Similar a darle vuelta al calcetín. Fuerzas exógenas de gran poder y potencialismo ejecutan de modo cotidiano tantas y tantas acciones de naturaleza que ya se volvió lo mismo todos los días y las noches.