Sri Lanka podría sufrir una guerra de grandes proporciones, señalaron analistas el martes, después de que el jefe rebelde tamil puso fin de hecho a un frágil proceso de paz en la isla al exigir un Estado independiente tras tres décadas de conflicto y unos 60 mil muertos.
El dirigente de los Tigres tamiles, Velupillai Prabhakaran, «partió en guerra», estimó el martes Dharmalingam Sithadthan, un ex insurgente.
«Yo diría que es el fin del proceso de paz», confirmó un diplomático occidental en Colombo.
Los 2,5 millones de tamiles de Sri Lanka deben tener un Estado independiente, advirtió el lunes en la noche el jefe de los Tigres para la Liberación del Eelam Tamil (TLET), Velupillai Prabhakaran, considerando que su pueblo «no tenía otra opción».
Al declararse en favor de la independencia, el caudillo tamil dio marcha atrás en su promesa hecha en 2002 de contentarse con una amplia autonomía dentro de un Estado federal.
Este compromiso había abierto la vía a la firma el 23 de febrero de 2002 de un cese del fuego, bajo patrocinio de Noruega, que en principio sigue vigente.
El dirigente guerrillero «Prabhakaran no dijo claramente que retomaba la lucha armada, pero el mensaje es claro: un Estado (tamil) separado no es negociable» con el gobierno, explicó Sunanda Deshapriya, director de un centro de investigaciones en Colombo.
«Está claro como el agua que los dirigentes cingaleses no solucionarán jamás de manera justa la cuestión nacional tamil», afirmó el jefe de los TLET.
Hasta estas declaraciones de independencia, los Tigres tamiles combatían por la autonomía del noreste de Sri Lanka, una isla del sur de Asia sur de 21 millones de habitantes, 75% de los cuales son cingaleses.
Desde el inicio de la insurrección tamil, en 1972, han muerto al menos 60.000 civiles y militares, y unas 3.400 personas desde comienzos de 2006.
El fracaso de las conversaciones de paz en Ginebra bajo el auspicio de Noruega no hizo más que agravar la situación.
«Hay muy pocas posibilidades que el proceso de paz sea reactivado», pronosticó el ex rebelde Sithadthan, quien piensa que habrá una «guerra total» en Sri Lanka.
Las autoridades de Sri Lanka desataron las iras de la comunidad internacional, sobre todo de sus acreedores -Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Noruega- y de las organizaciones humanitarias.
En el otro bando, los TLET demuestran regularmente que son capaces de provocar grandes pérdidas a los militares: en octubre mataron a 250 soldados en dos atentados suicidas y durante una mortífera ofensiva.
En noviembre de 2005, Prabhakaran había dado un año al gobierno para legar a un acuerdo político sobre el conflicto más antiguo que sigue vigente en Asia.
Pero el presidente de Sri Lanka, Mahinda Rajapakse, «intensificó la guerra (…) y efectivamente enterró el cese del fuego», acusó Prabhakaran.
Rajapakse, un nationalista de izquierda, fue elegido presidente de Sri Lanka en noviembre de 2005.
En reacción a las declaraciones de los insurgentes tamiles, el primer ministro Ratnasiri Wickramanayaka, de visita en Hanoi el martes, pidió poner término al «terrorismo» asegurando que las negociaciones iban a «continuar».
La semana pasada, el jefe del Estado había invitado a los tamiles a retomar el camino de la paz.