Desde la entrada de diciembre y aun desde días antes, los guatemaltecos comenzamos a sentirnos en el exquisito ambiente navideño.
Los petardos y la algazara de la chiquillada se escuchan por todos lados; pronto se dejarán oír también, por aquí y por allá, sobre todo en las «posadas», los pitos, el «tututicutá» de las tortugas. Las vitrinas de los principales almacenes se engalanan anunciando artículos propios de la época, lo mismo en las ringlas de tenderetes que han proliferado en calles de diversos sectores citadinos. El generoso Santa Claus ronda y derrocha sus bondades para con los niños. La cadena de restaurantes de Pollo Campero (propaganda gratisdata) ya nos presentó su formidable espectáculo de luces de bellos colores en el Campo de Marte. En los hogares de la gran familia católica se hacen bellos nacimientos conforme a la hermosa tradición. En fin, puede decirse que en la antesala de la Nochebuena se vienen dando momentos que hacen vibrar de alegría, de mucha emoción, los corazones de la cristiandad.
Desdichadamente, todo un pueblo se encuentra profundamente escindido, bastante polarizado. Estamos divididos como consecuencia de la injusticia social atribuible, en gran parte, a la gente que ha hecho y sigue haciendo gobierno, a los roñosos acaudalados y a la politiquería en general que cada vez más, lejos de propiciar la paz, la seguridad, la tranquilidad, la honestidad y el bienestar de los gobernados, sobre todo de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas que sólo han vivido y siguen viviendo bajo la égida de la coja «democracia» rumiando infortunio, con todas las amarguras de la pobreza, acicateados por el hambre.
Pero no sólo en Guatemala hay situaciones que causan malestar, desasosiego, angustia, temores e incluso pesimismo frente al presente y al futuro, sino también en otras latitudes del planeta donde el hombre anda a caza del hombre recurriendo a la violencia, a la guerra y aun a los más despiadados y espantosos actos de terrorismo; sin embargo, pensamos que todos los humanos, por muy presas de la zozobra y abrumados de serios problemas habidos y por haber que nos encontremos, sentimos estos días prenavideños algo así como los bálsamos que prodiga Dios, sin distingo alguno, a la Humanidad toda.
Quisiéramos que todos nuestros compatriotas, absolutamente todos, pobres y ricos, grandes y chicos de los diversos estratos sociales, meditasen el 24 de este diciembre, en plena Nochebuena, sobre los genuinos, supremos y eternos valores de la espiritualidad para que así, talvez haya en día no lejano un cambio positivo, saludable, para todos los que vivimos en este pequeño gran país centroamericano y en toda la redondez del globo terráqueo…
No nos resta sino desear a todo los coterráneos, nuestros estimados hermanos, que henchidos de fe cristina disfruten de alegría, de paz, de tranquilidad con seguridad, prosperidad y felicidad tanto en la Navidad como en el Año Nuevo y a lo largo de toda una vida.