Hace tiempo leí un interesante trabajo académico escrito por la doctora María Eugenia Villarreal, titulado: “La desinformación y la opinión pública”, el cual permite comprender la guerra de mentiras que se ha registrado últimamente para propiciar un golpe de Estado en Venezuela, así como para justificar intervenciones extranjeras en otros países. Recientemente esa “técnica” se utilizó para falsear la realidad con motivo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en El Salvador.
La autora dice que “Una gigantesca tela de araña, de hilos casi invisibles tiene envueltos a la mayor parte de los pueblos del orbe. No saben que son prisioneros de ideas, pensamientos y concepciones que han sido instalados en sus cerebros por agentes hábiles y astutos que se encargan día a día de sumergirlos en la desinformación”.
Explica que la desinformación es la manipulación y la intoxicación de la información. Dice que sus agentes conscientes o no, pero siempre colocados en puestos estratégicos, pueden ser periodistas, funcionarios públicos, dirigentes de partidos políticos u organizaciones ligadas a ellos, diplomáticos, diputados, senadores, miembros de los servicios secretos, etc. que se valen de mil maneras a través de múltiples canales para insidiosamente influir, falsear, distorsionar o transformar la información que se dirige a la opinión pública.
La segunda vuelta de las elecciones en El Salvador, que se realizó el pasado domingo, no estuvo exenta de una guerra de este tipo para provocar temor ante los habitantes, en el sentido que un triunfo del candidato de la izquierda, Salvador Sánchez, significaría convertir al vecino país en otra Venezuela.
Hasta ahora, los datos electorales señalan que Sánchez va a la cabeza con una ventaja de más de 6 mil votos sobre el candidato de la ultraderecha Norman Quijano, quien repitiendo el guión utilizado en Venezuela, declaró que no reconoce esos resultados, además de estigmatizar al Tribunal Electoral calificándolo de “corrupto”, afirmando que hubo un fraude.
Cuando hace pocos años él fue declarado como Alcalde de San Salvador por ese mismo tribunal, no tuvo expresiones ofensivas para restar credibilidad a ese órgano electoral, pues en ese entonces los resultados le favorecían.