Prioridad uno es el desarme


Injustificable resulta la desinformación a estas alturas. Excepto quienes de adrede no quieren saber nada de nada. Habitan en una galaxia, o su mundo es el egoí­smo rotundo. Sin embargo, asienta la Conferencia Episcopal de Guatemala, «Una mirada y una escucha del color y sufrimiento del pueblo…» al referirse al crimen organizado muy campante.

Juan de Dios Rojas

Tras articular consensos legisladores y sociedad civil, encerronas que semejan juego a las escondidas. Diálogos fallidos, cuando no, de sordos, la Ley de armas y municiones tiene vigencia. Sin embargo, no se pone en marcha un efectivo programa de desarme, aunque la consideración unánime califica ser prioridad uno, en medio de tan crí­tica situación.

Reflejos de los tétricos efectos de la barbarie adueñada del paí­s, hoy todo el mundo nuestro anda armado. Con licencia y sin la misma, a la postre lo mismo da. Una vuelta asombrosa a usos y costumbres del colectivo, registra, quiérase o también quiérase, identifica otra imagen y totalmente diferente a una mayorí­a de coetáneos y foráneos «colados».

A mi criterio opto por apoyarme en el dicho de los antepasados: «Â¿Quién le pone el cascabel al gato»? El caos imperante, la ingobernabilidad gigantesca, más la fatí­dica impunidad y conectes dan pautas tenebrosas. De esa cuenta, veo imposible llevar a cabo tamaña empresa. Son necesarios atributos y ostensibles y que tampoco les tiemble la mano.

Un verdadero arsenal de armas sofisticadas y de grueso calibre, obra en poder de gente, distante de pertenecer a fuerzas de orden público. En desventaja, suele decirse a menudo con elementos de la PNC. A parte que inclusive existe la posición de personas con delirio de grandeza y ostentación que gozan con portarlas y sobre todo, exhibirlas al momento.

Puede ser, asimismo, una misión imposible. Al ritmo que van las cosas en nuestro suelo patrio, que no trasero del paí­s más poderoso del mundo. Por fin, un dí­a venturoso y por demás deseado por guatemaltecos honrados y sin compromisos polí­ticos, puedan aparecer conciudadanos dispuestos a entrarle con ganas y sus mejores esfuerzos al desarme, reitero, prioridad uno.

El hecho terrible que mucha gente anda armada hasta los dientes, dizque con armas defensivas, causa es de tantí­simos hechos delictivos registrados a diario. La vorágine muestra su imagen dominante, a modo de desafí­o impactante, sembradora de intranquilidad, zozobra y temor, que a la postre significa poco decir. Sobran elementos que definen eso y aquello.

Dicho plan de un efectivo desarme, ya representa una asignatura pendiente de recuperación, ante las fabulosas expectativas de la población. Como quiera que sea, el mismo debe tener aplicación, antes que sea demasiado tarde y funesto. El problemón rayano en situación apocalí­ptico, da la impresión que escapa de las manos al ministerio de Gobernación.

Inserto el siguiente texto del pronunciamiento reciente de la Conferencia Episcopal de Guatemala (CEG): Yo he visto la opresión de mi pueblo… y he oí­do los gritos de dolor (í‰xodo 3,7). Tocante a homicidios y asesinatos, que no ha disminuido. Pilotos, mujeres, familias enteras han sido asesinadas, en algunos casos de forma cruel y salvaje.

Ellos atribuido a la poca responsabilidad de las autoridades del ramo, en vista que el Estado no responde al Acuerdo Nacional para el avance de la Seguridad y la Justicia. Existe incumplimiento a las iniciativas de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG). Aludir a los aspectos seguridad y justicia, andan aun lejos.

Al principio un rumor, hoy en dí­a un verdadero clamor hace tiempo se escucha en todos los ámbitos patrios, sea el área urbana como el área rural. Voces que pretenden desgarrarlas, empero persisten en su propósito que habrá de alcanzarse un dí­a. Que devolverá la paz, seguridad y bienestar huidos del escenario a fuerza de acontecimientos indignantes.