Primero los muertos y luego la ayuda


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En declaraciones vertidas a medios de prensa en dí­as pasados, el embajador de Estados Unidos en Guatemala, Stephen McFarland, indicó que su paí­s incrementarí­a el apoyo económico a Guatemala para los rubros de seguridad y justicia, sólo después de un análisis de los resultados sobre la inversión de los fondos aportados actualmente (30 millones de dólares al año), para esos temas, haciendo ver además que la oportunidad para calificar esos resultados será la reunión del Sistema de Integración Centro Americana (SICA) a celebrarse este mes de junio.

Juan Antonio Mazariegos G.

 


No está de más señalar que las declaraciones las realizó el señor Embajador, en los dí­as posteriores a la masacre cometida en el departamento de Petén y el posterior asesinato del agente fiscal de Cobán, Alta Verapaz, ambos hechos ligados al narcotráfico.

Perfectamente claro y lógico el hecho de que al tratarse de una donación, el donante  pueda verificar, cómo y de qué manera se utilizan los fondos que dona, también comprensible el hecho de que pueda estudiar de qué manera se pueden utilizar más recursos. Sin embargo, el tema cambia diametralmente cuando el problema ya lo tenemos encima, nos llueven balas y contamos a los muertos por docena, todo derivado de un problema que no se origina en Guatemala, sino en el mismo Estados Unidos.
Como es del conocimiento público, el negocio del narcotráfico genera billones o trillones de dólares y por supuesto, el  grueso de esa demanda del mercado no se origina en las ventas al menudeo que hay en la Limonada o en algún otro antro donde se comercialicen drogas en Guatemala. El grueso del negocio se encuentra al norte del Rí­o Bravo, en donde el Gobierno de Estados Unidos ha sido incapaz de combatir el consumo y en consecuencia decidieron trabajar en el eslabón anterior de la cadena del negocio, el trasiego desde los paí­ses productores. Perfecta estrategia para ellos pero una verdadera tragedia para nosotros. La situación geográfica de Guatemala, único vecino al sur de México, lugar en donde se libra una batalla sin cuartel contra el narcotráfico, ha hecho que nuestro paí­s se convierta en paso obligado, destino seguro y centro de planeación de la estrategia para coronar, vocablo con el que se identifica el éxito en el arribo de un cargamento de drogas que ha llegado a Estados Unidos.
Solos, no tenemos ninguna oportunidad para combatir a los carteles de la droga, somos un paí­s, para decirlo de una manera benevolente, en ví­as de desarrollo, lo que se traduce en falto de recursos, premiable a la corrupción, con bajos o mí­nimos niveles de seguridad y justicia en donde el noventa y tantos por ciento de los crí­menes quedan impunes o ni siquiera se persiguen. En ese escenario toca a cada uno asumir su responsabilidad y eso para el Gobierno de Estados Unidos significa aportar recursos en mucha más cantidad y calidad, hagan sus evaluaciones después,  aquí­ los muertos siguen cayendo y un dí­a de estos ya no habrá paí­s al cual ayudar.