Cuatro millones de guineanos votarán el próximo domingo para elegir a su presidente de entre 24 candidatos civiles, en la primera elección libre en este país marcado por dictaduras desde su independencia, en 1958.
En un país víctima de su ejército, brutal e indisciplinado, la gran mayoría de guineanos espera con impaciencia que al final de estos comicios los militares entreguen el poder que confiscaron hace 25 años, citó AFP.
Conakry vivió una pesadilla hace nueve meses, cuando las fuerzas de defensa y seguridad reprimieron un acto político contra la «dictadura militar», matando a al menos 156 opositores.
Tras la masacre del 28 de septiembre, calificada por la ONU de crimen de lesa humanidad, la comunidad internacional rechazó al jefe de la junta, Moussa Dadis Camara, que llegó al poder por un golpe de Estado a fines de 2008, tras la muerte del presidente y general Lansana Conte.
En diciembre de 2009, el capitán Dadis Camara fue víctima de un intento de asesinato por su propio ayudante y, tras ser apartado del poder, oficialmente «convalece» en Burkina Faso.
Desde entonces, el general Sekouba Konate, ex número tres de la junta, dirige la «transición». Tras haber reiterado que ningún miembro o funcionario de la transición será candidato a la presidencia, este oficial parece deseoso de cumplir su palabra y de devolver el poder a los civiles.
Los guineanos tendrán que elegir entre 24 candidatos, incluida una mujer.
Tres de ellos destacan: los ex primeros ministros Cellou Dalein Diallo y Sidya Touré, y el opositor histórico Alpha Conde. Cada uno tiene un importante bastión electoral.
Los comicios estarán vigilados por 16.000 policías y gendarmes, y supervisados por observadores internacionales, incluidos al menos 70 de la Unión Europea y 30 representantes del Centro Carter, una ONG estadounidense.
Desde 1958, año de la independencia, «nunca hubo elecciones libres y transparentes en Guinea», señala el presidente del Observatorio Nacional de la Democracia y Derechos Humanos (ONDH), Mamadou Aliou Barry.
Bajo Ahmed Sekou Touré (1958-1984), Guinea vivió «26 años de sistema de partido de Estado. Sekou Touré fue un presidente de por vida», precisa.
El «padre de la independencia», aplaudido por haber rechazado la Comunidad Franco-africana propuesta por el general Charles de Gaulle, se conviritó al final en un dictador paranoico, que hizo reinar el terror entre sus adversarios, muertos en la cárcel o en el exilio.
«Con el régimen militar de Lansana Conte (1984-2008), sólo hubo elecciones dirigidas y fraudulentas», dice Barry. En 2003, Conde fue reelegido con el 95% de los votos contra un único opositor prácticamente desconocido.
Por último, el capitán Camara, que se comprometió a trabajar para «el pueblo pobre de Guinea», decepcionó rápidamente. Mal rodeado, se aferró al poder y comenzó a actuar como un líder megalómano y agitado.
La campaña ha puesto de manifiesto las enormes expectativas de los electores, en un país pobre pese a sus enormes recursos minerales que se disputan las multinacionales.
Después de las elecciones, «los nuevos responsables deben resolver sin perder tiempo los problemas de corrupción endémica y el abuso de las instituciones que, durante décadas, arruinaron la vida de innumerables guineanos», resume Corinne Dufka, de la ONG estadounidense Human Rights Watch.