El pueblo chileno cariñosamente lo llamaba Chicho. Conocí al presidente Salvador Allende cuando visité ese país en 1972, justo un año antes del golpe militar fascista. Llegué a Chile como delegado de la Asociación de Estudiantes Universitarios, AEU, invitado por la Federación de Estudiantes de Chile, FECH, y la Unidad Popular, alianza de partidos políticos de izquierda que lo llevó al poder. Meses antes, el gobierno socialista de Allende había recibido la visita del presidente de Cuba Fidel Castro Ruz y en el ambiente revolucionario de aquellos años, aún se sentía el entusiasmo por la llegada del líder cubano a suelo chileno.
Tuve el privilegio de haber sido atendido por varios de los jóvenes comunistas chilenos que habían formado parte del equipo encargado de la seguridad del Presidente cubano y por esas extrañas satisfacciones que nos otorga la vida, conocí a Gladys Marín, una dirigente emblemática de la juventud comunista, quien sobrevivió a la represión fascista desatada por la dictadura militar, se incorporó a la lucha clandestina y más tarde llegó a ser Secretaria General del Partido Comunista; así como Senadora de la Nación.
Mi viaje a Chile fue para participar en un Congreso de estudiantes universitarios, convocado por la Organización Continental Latinoamericana de Estudiantes, OCLAE, y la Unión Internacional de Estudiantes, UIE, que tuvo lugar en la austral ciudad de Valdivia, donde después de las actividades propias del congreso estudiantil, los que llegamos de toda América Latina, participamos también del trabajo voluntario, siendo parte de una brigada que durante dos semanas realizó trabajo en los patios del ferrocarril junto a los obreros ferroviarios de esa ciudad.
En una de las sesiones del Congreso, conocimos, saludamos y conversamos con Angela Davis, una dirigente comunista afroamericana, quien pocas semanas antes había sido liberada de una prisión estadounidense, donde cumplió condena acusada de ser parte del movimiento de las históricas «Panteras Negras» (Black Power).
Por esos días, para boicotear a la revolución socialista del presidente Allende, el imperialismo estadounidense había decretado un embargo sobre los envíos de cobre que Chile exportaba al mundo. Cuando retornamos a Santiago la capital del país, participamos en una multitudinaria manifestación de desagravio en contra del embargo norteamericano. Fue la vez que estuve en la tribuna principal junto al presidente Salvador Allende, a quien escuchamos un vibrante discurso condenando la política estadounidense abusiva e injerencista, flanqueado por dirigentes populares, estudiantiles y de la poderosa Central íšnica de Trabajadores, CUT.
Viviendo ese proceso revolucionario socialista había algunos exilados guatemaltecos con quienes tuve varios encuentros, entre ellos mis queridos amigos Alfonso Bauer Paiz, Edelberto Torres Rivas, Rogelio Azurdia y Federico López, quienes luego del cruento golpe militar contra el presidente Allende el 11 de septiembre de 1973, se vieron obligados a salir del país que les había otorgado asilo.
Han pasado 35 años de ese nefasto acontecimiento y en el Chile de hoy, luego del retorno a la democracia, hay otra vez signos antidemocráticos y desalentadores, se criminalizan las protestas estudiantiles, se debilita la organización obrera y parodiando al Presidente Allende, se cierran las grandes alamedas para que no pase el hombre libre.
P.S. Se cumplió el dieciocho aniversario de la cobarde ejecución de la compañera Myrna Mack y la lucha contra la impunidad en Guatemala sigue vigente.