Presidente ílvaro Colom: No puedo destituirlo; pero lo destituiría, con urgencia nacional, por la terrorífica obra de asesinato, robo, secuestro y extorsión que usted ha edificado durante su ominoso gobierno, con el eficaz auxilio de su soberana ineptitud, su inaudita negligencia y su catastrófica irresponsabilidad.
No puedo destituirlo; pero lo destituiría, con cívica impaciencia, porque desde el comienzo mismo de su gobierno usted ha malversado miles de millones de quetzales para financiar la campaña electoral del partido oficial. No puedo destituirlo; pero lo destituiría, con prisa furiosa, porque usted ha despojado a escuelas públicas, hospitales públicos y comisarías policiales, de cientos de millones de quetzales, precisamente para financiar la campaña electoral del partido oficial.
Presidente ílvaro Colom: No puedo destituirlo por edificar una obra terrorífica de inseguridad pública; o por financiar, con malversado dinero del tesoro público, la campaña electoral del partido oficial; o por incrementar, a causa de ese financiamiento, la miseria de escuelas, hospitales y comisarías policiales. No puedo destituirlo; pero por lo menos puedo decirle, con mesura que usted no merece, o con sufrida prudencia, o con dolorosa cortesía, lo que pienso de usted. Y lo que siento por usted. Y lo que quiero para usted.
¿Qué pienso de usted? Pienso que usted es un crimen de la democracia, una prostitución de la república, un error de la historia y un licencioso agente de renovada corrupción de la administración gubernamental. Pienso que no es verdad que cada pueblo tiene el gobernante que merece tener, porque ningún pueblo, aunque fuese víctima de una espantosa maldición divina, merece tener un gobernante como usted. Y jamás creeré que mi patria, Guatemala, merece tener un gobernante tal. Y pienso que si la democracia es propicia para cometer errores electorales, usted es ejemplo extraordinario de que el error cometido puede ser una desgraciada catástrofe nacional.
¿Qué siento por usted? Inevitablemente, como si fuera un destino en el actual momento de la historia de mi país, siento desprecio por usted. Es un desprecio profundo e intransigente; intenso e infatigable. Y abomino la obligación de estar sometido a la autoridad de un gobernante a quien tanto desprecio. Y precisamente porque lo desprecio, y por sagrado imperativo categórico, jamás podría respetarlo. Y siento vergí¼enza de ser gobernado por usted. Y mientras usted gobierne imaginaré que me exilio para huir de esa vergí¼enza como se huye de una peste mortífera.
¿Qué quiero para usted? Quiero que, como una bendición de la historia, cuando arribe su último día de ejercer la Presidencia de la República, el pueblo lo acuse de los peores delitos que puede cometer el Presidente de la República; y que sea objeto y sujeto de una feroz persecución penal pública. Quiero que sea juzgado y condenado a prisión perpetua. Quiero que su más idónea residencia sea la cárcel, preferentemente acompañado por quienes fueron sus socios más solidarios y productivos en la inaudita depredación del tesoro público que usted inauguró. Y quiero que, en la cárcel, tenga usted un extraordinario consuelo: que su esposa Sandra Torres Casanova también esté en la cárcel.
Post scriptum. Presidente Colom: No por temor a su autoridad sino por generosidad mía, me abstengo de decir todo lo que pienso de usted, y todo lo que siento por usted, y todo lo que quiero para usted. Si tiene alguna decorosa aptitud imaginativa, por lo menos sospéchelo.